Carlos Angel Gauna solía jugar al fútbol en la canchita de un club ubicado en Camilo Aldao y el pasaje Pessan. Uno de los chicos con los que solía disputar picaditos era uno de los hijos de Fernando, el dueño de la casa a la que, según la policía, Gauna había intentado ingresar con fines de robo. Ayer, Fernando estaba sorprendido. "Mi pibe me contó que el chico muerto jugaba a la pelota con él. Y que era un buen muchacho. Creo que nunca tuvo un problema. No me explico qué hacía dentro del baldío y me cuesta creer que haya querido robarnos", dice con la voz entrecortada. Fernando está abatido. Tres asaltos en lo que va del año le hicieron estirar el presupuesto familiar para instalar una alarma y el trágico desenlace de antenoche lo dejó sin aliento. "Todo esto es muy feo", reflexionó. "Lo único que hice fue defenderme, llamando a la policía. Lo hice para defender a mis hijos que estaban adentro. Había dos tipos agazapados sobre el tapial, ¿qué podía hacer? ¿Buscar un arma y salir yo a perseguirlos?". Fernando no puede contener las lágrimas porque el final que tuvo la historia le parece una desgracia.
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