Ingrid Tempel
París. - Las amenazas de una intervención militar de EEUU para derrocar a Saddam Hussein divide a sus aliados, según los cuales una guerra contra Irak -sospechoso de poseer armas de destrucción masiva: desestabilizaría a Medio Oriente y ocasionaría una recesión mundial al disminuir la oferta de petróleo. Mientras el gobierno de George W. Bush prosigue su campaña para preparar a la opinión pública mundial, que no ha olvidado la invasión iraquí a Kuwait, en 1990, halcones y pacifistas de todo el mundo redoblan esfuerzos para fortalecer sus respectivas posiciones. Ante sus amigos árabes, Washington debe evitar todo razonamiento que presente una eventual ofensiva contra Irak como un choque entre Occidente y el mundo musulmán. Los preparativos bélicos son precedidos por una ofensiva que se desarrolla tanto a nivel diplomático como informativo. Saddam Hussein respondió a las advertencias del gobierno estadounidense anunciando un plan para concentrar a sus tropas en las ciudades, pues una guerra urbana le permitiría matar a muchos más militares estadounidenses que si los enfrentamientos tuviesen lugar en el desierto. Luego de la conmoción desatada por los atentados del 11 de septiembre en su propio territorio, la Casa Blanca quiere eliminar a todos sus enemigos potenciales y desea lanzar una guerra relámpago que le permita derrocar al gobierno iraquí con el menor costo geopolítico posible. Sin embargo, por el momento Bush no ha logrado obtener el respaldo público de Gran Bretaña, Japón, Arabia Saudita y otras naciones como Alemania que serían fundamentales en una coalición internacional para un blitzkrieg (guerra relámpago). Estos países, así como muchas de las naciones de la región, temen las consecuencias que tendría un ataque contra Irak en la estabilidad de Medio Oriente, sumido en el polvorín de la crisis palestino-israelí. El ejército israelí anunció ayer que desplegó una batería antimisiles aéreos al norte de Tel Aviv, mientras aumenta el temor de un ataque iraquí. El diario Yediot Aharonot informó que el primer ministro Ariel Sharon envió recientemente un mensaje a EEUU señalando que esta vez el Estado hebreo responderá si es atacado por Saddam, contrariamente a lo que sucedió durante la Guerra del Golfo. En lo que respecta a la posición de otros aliados en la zona, Turquía indicó que no apoyará ninguna acción contra Irak "a menos que esté legitimada y tenga consenso internacional", mientras Jordania advertía que una acción militar en Irak tendría "repercusiones negativas en toda la región". A su vez, la Unión Europea se ha negado hasta la fecha a comentar los preparativos de guerra estadounidenses contra Irak, pero sus diplomáticos insistieron en la necesidad de agotar "todos los esfuerzos diplomáticos" antes de recurrir a la fuerza. Los analistas no están de acuerdo en las consecuencias económicas de un eventual ataque a Irak, que según algunos podría desestabilizar a uno o varios gobiernos de los países exportadores de petróleo, llevando a a un período prolongado de baja de los precios del crudo, o provocar una interrupción de los suministros. También existe, en caso de guerra, la posibilidad de que Saddam Hussein destruya los pozos de los países vecinos, como Kuwait y Arabia Saudita, provocando una interrupción de la oferta y un alza de los precios en el mercado mundial. (AFP)
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