Isolda Baraldi / La Capital
Mientras el sistema financiero y bancario está apuntalado con palitos chinos, apenas resiste los embates de los ahorristas y está en la mira de gobernantes propios y ajenos, ya existen en Rosario bancos de pobres basados exclusivamente en la confianza mutua. Sin garantías propietarias, ni extensos formularios con cláusulas de letras chicas, ni necesidad de peregrinar de mostrador en mostrador para demostrar solvencia económica, los habitantes de la villa Puente Negro (Sorrento y el arroyo Ludueña) y del barrio Parque Casas pueden acceder al crédito para iniciar microemprendimientos económicos con la posibilidad de salir de la pobreza extrema. A cambio, la persona debe poner mucho esfuerzo, trabajo y empeño para poder cambiar su realidad. Basado en la experiencia del economista indio y premio Nobel de Economía, Mohammad Yunus (ver aparte), el párroco de Santa Agripina, Daniel Siñeriz, comenzó en enero a implementar microcréditos a fin de sostener proyectos productivos para quienes no tienen ningún sustento. La misma idea comenzó a ser estudiada el año pasado por la fundación Red Social. La entidad -que preside la senadora nacional Roxana Latorre- firmó en el 2001 un convenio con la fundación Grameen, el organismo que depende del banco del mismo nombre que fue fundado por Yunus en Bangladesh (India). A raíz de ese convenio, profesionales de la fundación Grameen capacitaron a un centenar de grupos de personas en los métodos de acceder a los nuevos créditos para pobres. Y la fundación Red Social lanzó ayer los primeros préstamos a cuatro grupos de beneficiarios (ver aparte). Tanto en Puente Negro como en Parque Casas, la metodología de los créditos tiene un común denominador: poco dinero, ganas, voluntad y solidaridad. En ambos barrios el camino para acceder a los créditos es bastante similar, aunque difieren los montos que se entregan. En el caso del padre Siñeriz la cifra no puede superar los 250 pesos. Es más, los créditos sólo se otorgan a gente del barrio. "Es algo muy de entrecasa", aclara. El solicitante debe hacerlo junto a otros dos, que pueden o no compartir la iniciativa, pero hacen de garantía de devolución. Es decir que después de que se apruebe el proyecto, quien resulte beneficiado por el dinero sabe que sus pares solamente podrán recibir sus propios préstamos si él comienza a devolverlo. Para ello, todos concurren a una reunión semanal con Siñeriz para evaluar los proyectos. La mecánica comenzó a funcionar con apenas 650 pesos que permitió a los primeros proyectos ponerse en marcha, y ya son más de seis grupos de tres cada uno los que están permitiendo a las personas volver al mercado laboral. Pero Siñeriz no sólo cuenta con el apoyo de su parroquia y de la labor de la gente del barrio. También la solidaridad internacional por fuera de los estamentos gubernamentales llegó a Puente Negro. A partir del interés de una joven irlandesa que estuvo en Rosario, se gestionó desde Europa ayuda a través de una organización no gubernamental, y la respuesta no se hizo esperar. Miriam Troncoso, 38 años y siete hijos, teje al crochet y a dos agujas, y también fabrica muñecos de tela. Vende sus productos, que elabora junto a su joven hija embarazada, en distintos negocios de la ciudad. Ya logró establecer una pequeña cadena comercial y desde la semana pasada comenzó a devolver 30 pesos de los 200 que le permitieron comprar materiales y algunas herramientas. Para Tomás Giménez, de 54 años, la situación es más difícil. Le robaron hace unos meses el carro con el que juntaba cartón y papel. En su caso, el destino del préstamo fue recuperar esa herramienta de trabajo. "Devolví 10 pesos, para mí es todo un progreso, porque quiero salir adelante, no me gusta quedarme en la casa así, sin hacer nada. Por lo menos volví a tener un carro para poder vivir", comenta. José Ramón Sandoval, 38 años, exhibe ambiciones mayores. Es trapero, compra sábanas en desuso en los hospitales, las lava, corta y embolsa y las vende en las metalúrgicas y talleres. "Ahora también quiero salir a vender a los alrededores y si la cosa va bien, llegar hasta Córdoba o a Buenos Aires", promete. Así, en Puente Negro, donde el único amparo posible es un plato de comida que da el Estado, el banco de pobres avanza paso a paso y peso a peso para recuperar la dignidad de los vecinos.
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