Faltaban menos de diez minutos para las 17 cuando Raúl Oscar Mendoza, un albañil de 40 años, se sentó delante del Tribunal Oral Federal número 1 de Rosario para prestar declaración. El hombre es uno de los nueve imputados por el copamiento e intento de robo a la sucursal Villa Ramallo del Banco Nación ocurrido entre el 16 y el 17 de septiembre de 1999, un episodio que mantuvo en vilo a todo el país y que comenzó a ser juzgado en audiencias orales y públicas desde el día de ayer. Con voz pausada pero con tono firme, Mendoza dijo ser inocente de las acusaciones que pesan sobre él y relató detalladamente lo que hizo la mañana en que una banda de delincuentes tomó por asalto el banco. Sin embargo, nada dijo sobre su vinculación con esa banda. Por ello, desde la secretaría del Tribunal se dio lectura a sus declaraciones hechas durante la etapa instructoria y de allí surgieron sus directas acusaciones hacia la mayoría de los otros imputados.
Claro que para llegar a escuchar la voz de Mendoza, hubo que esperar el final de la extensa y tediosa lectura de la requisitoria de elevación a juicio elaborada por el fiscal Luciano González Valle, y del texto que, con la firma del juez de Instrucción de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzo, se solicitó que el expediente se ventilara en el juicio oral. En la voz del secretario del Tribunal, Jorge Venegas Echagüe, desde las 10 de la mañana se supo pormenorizadamente cómo sucedieron los hechos y la reseña de los movimientos realizados por la banda durante la preparación del golpe, además de repasarse los distintos elementos probatorios y medidas ordenadas durante la instrucción.
En ese sentido, se especificaron los contactos mantenidos entre los miembros de la banda, la provisión de armamento, el relevamiento del lugar, los roles de cada uno de ellos en la "división de tareas" de la banda y el papel que asumieron durante la consumación del robo.
"Que todos oigan"
Ante los jueces Santiago Manuel Harte, Otmar Osvaldo Paolucci y Laura Inés Cosidoy, quienes rechazaron un pedido de los defensores para que se cite a cuatro personas que durante la instrucción declararon como testigos de identidad reservada y permitieron con sus dichos las detenciones de los imputados, Mendoza respondió: "Voy a declarar y quiero que todos oigan", en clara alusión a sus compañeros de banquillo.
Entonces, Mendoza dijo que era amante de Mónica Saldaña, otra de las imputadas y hermana de Martín René Saldaña, el joven ladrón que tras estar 20 horas dentro del banco y ser detenido, murió ahorcado misteriosamente en la comisaría de Villa Ramallo. Pero el hombre sólo se limitó a narrar lo hecho por él la mañana en que se cometió el atraco y los demás detalles surgieron de la lectura de sus declaraciones anteriores.
Mendoza dijo que salió de la casa que compartía con Mónica Saldaña junto a ella y las dos hijas de la mujer con destino a Villa Ramallo, donde vivió durante su infancia y realizó en distintas épocas trabajos de albañilería. A pesar de que él quería hacer el viaje en colectivo, su concubina "había contratado un remís", conducido por Silvia Vega (otra de las imputadas), a quien complicó al afirmar que "manejaba muy rápido y nerviosa".
Su objetivo, según dijo Mendoza, era contactarse "con un amigo al que le iba a hacer unos trabajos en un panteón del cementerio". A lo largo del trayecto, sostuvo, "un auto blanco nos siguió de cerca y haciendo señas de luces". Según la investigación, en ese auto -un Renault 19 que había sido robado en Villa Constitución el día anterior al episodio- iban otros integrantes de la banda de asaltantes.
Después, Mendoza manifestó que estuvo "en una librería muy cercana al banco" donde compró algunas cosas para sus hijas y, al no encontrar a su amigo, retornó solo y a dedo hasta su casa de San Nicolás, donde horas más tarde se enteró "por la televisión lo que ocurría en el banco". Sin embargo, la pesquisa sostiene que lo hecho por el albañil fueron "maniobras distractivas, y de esta manera evitar que posibles testigos identificaran a quienes deberían salir del banco con el botín".
Es por eso que se esforzó por demostrar que había comprado útiles escolares para sus hijas y que se había encontrado con un amigo, con el que habló de la falta de trabajo reinante y que por ello trabó una larga charla con la dueña de la librería situada frente al banco asaltado. Pero nada dijo sobre los detalles que aportó a la causa en sus declaraciones ante el juez Villafuerte Ruzo.
División de tareas
En aquella oportunidad, Mendoza dijo como se relacionaron los ahora acusados, cómo planearon el asalto en sucesivas reuniones hechas en la casa que compartía con Saldaña y a las que concurrían su cuñado Martín; el cabo del Comando Radioeléctrico Aldo Cabral, otro de los imputados, quien -según Mendoza- proveyó a la banda de un handy con la frecuencia policial y el plano del banco; Jorge Aguilar, quien habría suministrado armas y el trotyl que colgaba del cuello del gerente del banco al ser asesinado; Javier Hernández, a a quien nombró con el apodo de Polenta Martín y murió bajo las balas policiales con el alias de Sergio Benedetti; y Norberto Céspedes, por la casa de quien antes de viajar a Villa Ramallo pasó la remisera que lo llevó la mañana de los hechos.
La declaración de Mendoza se hizo ante la mirada atenta de Carlos y Beatriz Chávez, dos de los hijos del gerente asesinado, y de Flora Lacave, que aquella trágica noche recibió un disparo de fusil en una mano y que deberá declarar como testigo el próximo lunes.
La Ciudad
