Año CXXXV
 Nº 49.559
Rosario,
sábado  03 de
agosto de 2002
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Análisis: Retenciones, la amenaza de moda

Susana Merlo

Como si hiciera falta más inseguridad, la amenaza de las retenciones y los precios máximos vuelven a sobrevolar el campo, ahora sobre el sector ganadero.
Ante la concreción de la previsible suba de los precios internos de la hacienda que naturalmente deben ir trasladándose al mostrador de las carnicerías, la primera reacción -simplista- desde algún sector del gobierno es aplicar también aquí las retenciones, teóricamente para quitar presión de demanda (en este caso de exportación), y así mantener los precios internos más controlados.
Volver a explicar la inutilidad de este tipo de medidas y abundar sobre los daños que causan no sólo es innecesario sino que ya cae en lo aburrido.
Pero como en la Argentina de hoy casi no hay imposibles, bien se podría pensar que algún trasnochado, de la misma forma que en su momento sostuvo que las retenciones a granos y harinas lograrían el doble beneficio de generar ingresos fiscales y mantener a "raya" los precios internos de los productos para los consumidores locales, ahora sostenga la misma estrategia para la carne vacuna.
Igualmente alucinante resulta el nivel de desconocimiento de muchos de los responsables de la adopción de estas medidas. No saber, por ejemplo, que tradicionalmente los picos de precios de la hacienda se daban en junio-julio, justamente, por el bache de invierno que impedía terminar los animales. Sólo sería aceptable en gente extremadamente joven, adolescentes pero no en señores que, devaluación mediante, obligaron a la ganadería argentina a volver al sistema pastoril de antaño, ya que el esquema más moderno de feed lots -que estabiliza la oferta a lo largo de los meses- es prácticamente inviable con estos costos.
Pensar que aún es posible mantener precios internos de alimentos artificialmente bajos, como forma de enmascarar salarios que día a día erosionan más y más su poder de compra podría calificarse, con buena voluntad, de "infantil", lo mismo que creer que se puede hacer un país grande matando a la gallina de los huevos de oro, y con el sólo argumento de usar al ave para hacer un puchero y que la gente coma. No es así como se soluciona el hambre en la Argentina.
Pero, lo que todavía resulta más increíble es que haya dirigentes que todavía no hayan aprendido nada de todo lo que ocurrió en las últimas décadas.


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