El Papa Juan Pablo II canonizó ayer al hermano Pedro de San José de Betancourt en la ciudad de Guatemala, ante unos 700 mil feligreses, a los que dirigió un pedido por los indígenas, los niños y las mujeres marginadas. "Pensemos en los niños y jóvenes sin hogar o sin educación; en las mujeres abandonadas con muchas necesidades que remediar; en la multitud de marginados en las ciudades; en las víctimas de organizaciones del crimen organizado, de la prostitución o de la droga", convocó el Pontífice durante la misa de canonización.
El Papa también saludó la presencia en la ceremonia del presidente anfitrión Alfonso Portillo y sus homólogos Mireya Moscoso (Panamá), Abel Pacheco (Costa Rica), Enrique Bolaños (Nicaragua), Francisco Flores (El Salvador), Ricardo Maduro (Honduras), e Hipólito Mejía (República Dominicana), así como el primer Ministro de Belice, Said Musa.
Juan Pablo II, en su segunda escala de la nonagésimo séptima gira que comenzó en Canadá y que concluirá mañana en México, abogó por la transformación de "la comunidad humana en una gran familia, donde las relaciones sociales, políticas y económicas sean dignas, con el reconocimiento efectivo de sus derechos inalienables".
Ayer, en una fresca mañana, un poco ventosa y nublada, canonizó al hermano Pedro de San José de Betancourt durante su tercer viaje a Guatemala. Los otros dos habían sido en 1983 y 1996.
El acto de canonización fue realizado en el Hipódromo del Sur de la capital guatemalteca, de más de 18 hectáreas, abarrotado por unos 700 mil guatemaltecos, mexicanos del sur y vecinos centroamericanos.
El Papa de 82 años, vestido de blanco y con una estola champagne, ingresó en el papamóvil hacia las instalaciones del Hipódromo, donde fue ovacionado.
Con voz pausada, a veces entrecortada, el Pontífice pronunció su homilía en un altar de dos grandes columnas blancas, en medio de las cuales se destacaba una gran pintura de Betancourt.
Reconocimiento a los indígenas
Durante su corta homilía, Juan Pablo II hizo especial referencia a los indígenas, que conforman el 60 por ciento de los casi 12 millones de guatemaltecos. "El Papa no os olvida y, admirando los valores de vuestras culturas, os alienta a superar con esperanza las situaciones, a veces difíciles, que atravesáis", señaló, y agregó: "Construid con responsabilidad el futuro, trabajad por el armónico progreso de vuestros pueblos. Merecéis todo respeto y tenéis derecho a realizaros plenamente en la justicia, el desarrollo integral y la paz".
Además de banderines papales blancos y amarillos, la multitud portó retratos de Betancourt, un español originario de Tenerife que en el siglo XVII se estableció en Antigua Guatemala, 45 kilómetros al oeste de la capital, para servir a los desposeídos hasta su muerte a los 41 años.
El Papa presidió la liturgia de canonización concelebrada por 800 sacerdotes, obispos y cardenales de Centroamérica, el Vaticano y Tenerife (España), donde el hermano Pedro nació en 1626 y de donde partió a los 24 años rumbo a América.
"El nuevo santo, con el único equipaje de su fe y su confianza en Dios, surcó el Atlántico para atender a los pobres e indígenas de América. Primero en Cuba, luego en Honduras y en esta bendita tierra de Guatemala, su tierra prometida", rezó el Papa.
Tras la ceremonia de canonización, Juan Pablo II recorrió unos 3 kilómetros hacia la Nunciatura, para descansar hasta su partida a México, su última escala.
Allí, campesinos ya han advertido a través de una carta al Pontífice, que si no intercede para que los reciba el presidente mexicano, Vicente Fox, están dispuestos a inmolarse, prendiéndose fuego, cuando Su Santidad concluya la visita en tierra azteca.
Unos 80 mil jóvenes mexicanos se reunieron ayer para pasar la noche en oración en la plaza del Zócalo de la capital del país, frente a la catedral, a la espera del arribo del Papa, en el quinto viaje pastoral que realiza a México. (Télam)