Año CXXXV
 Nº 49.553
Rosario,
domingo  28 de
julio de 2002
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Testimonios entre cuatro paredes

Cuenta la leyenda que un día después de la eliminación de Argentina en el Mundial un jugador se acercó a uno de los integrantes del cuerpo técnico y le dijo: "Mire... ustedes tienen que estar muy tranquilos. Nosotros somos 23 jugadores, 23 millonarios y 23 hijos de puta. Acá dos días antes se sabía quiénes jugaban y al que no le tocaba se rompía el culo igual. Pregunte qué pasa en el resto de las selecciones".
También narran los pasillos que los jugadores siguen comunicándose con el staff de entrenadores desde cualquier parte del mundo para preguntarles cómo están.
"Marcelo es muy bueno, rompe el molde. Te doy un ejemplo. Que Batistuta diga que es un fenómeno cuando Bielsa le metió el dedo en el orto durante 40 días es muy elocuente". La fuente de esta reflexión es irreprochable. Es bien de adentro, pero no se puede dar a conocer. Forma parte de los códigos periodísticos que se establecen con los suministradores de información. Integra el ABC del periodismo.
"Te juro que no sé nada. Sólo leo el diario que llega a casa. Si no me cuentan, no pregunto. ¿Querés que te diga qué pienso de todo esto? Me parece un... No, no puedo hablar. Tienen que hacerlo los protagonistas. Nosotros somos el cuatro de copas. Si hablamos armamos un quilombo bárbaro. No por nada raro. Estuvo todo bien, pero las personas que tienen que hablar son otras. Porque lo de ellos tendría entidad, lo nuestro no. Hablar si lo creen conveniente, claro; no es una obligación".
El tercer café se consumió hace rato y los intereses empiezan a jugarle una mala pasada al cronista y su entrevistado secreto. Es que al periodista no le convienen las precauciones del protagonista. Y éste empieza a tomar lógicos recaudos.
La intuición empieza a entregar sugerencias con poco margen de error. Había muchas ganas de decir que lo de Grondona es un operativo para cargarse a Bielsa y a Pekerman. Sólo intuición.
"La verdad es que hace unos días me llamaron para decirme que la idea de Grondona era que Marcelo siguiera. Me lo dijo... Vos sabés que es muy amigo de don Julio. El asegura que la propuesta es genuina, pero... Qué querés que te diga, cuando leo que lo van a manejar Domínguez, Alegre y Meiszner me da que pensar. Esas cosas las arregla Grondona en persona".
El sobrecito de edulcorante ya fue doblado mil veces. Parece un acordeón en miniatura. El cenicero empieza a rebasar.
"Viste que dicen que (Gabriel) Macaya va a reemplazar a (Luis) Bonini. No creo que sea así, no es fácil imponerle nombres a Marcelo. El es muy leal con su gente y formaron un grupo muy compacto. Dicen que por las lesiones y por la sobrecarga de trabajo, pero hablan al pedo. Si te ponés a pensar el único que se lesionó en Japón fue Ayala. Pero es cierto que algunos no llegaron bien".
La colilla del enésimo cigarrillo rebota unas cuantas veces contra el borde del cenicero, el único lugar disponible, y se desploma achatado encima del resto. El próximo cadáver con nicotina tiene destino inexorable de pocillo.
El personaje mira de reojo atento todo el entorno. Habla en voz baja y se incomoda cuando alguien se sienta en la mesa de al lado. No está cometiendo ningún pecado, pero está frente a frente con un periodista. Con todo lo que ello significa.
"Que querés que te diga. El primero que debió sentarse frente a ustedes al regreso fue Pekerman. Estamos de acuerdo, ¿no?".
Fin de la charla.
A.C.


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