El Papa Juan Pablo II, cuyo precario estado de salud sigue preocupando, tomó ayer a todo el mundo de sorpresa cuando descendió por la escalerilla del avión a su arribo a Canadá, en lugar de usar un montacargas que lo aguardaba. Aunque su aspecto no era bueno, el líder de la Iglesia Católica Romana, de 82 años, aparentó estar en mejores condiciones que en tiempos recientes, al arribar a Toronto para presidir esta semana las celebraciones del Día Mundial de la Juventud. Aunque un montacargas lo aguardaba al otro lado del avión del Papa, quien sufre de dolores y a veces de problemas de artritis, decidió a último momento que estaba lo suficientemente fuerte como para descender los 27 escalones, usando su bastón y ayudado por dos asistentes. El cambio en el programa, que permitió al Pontífice comenzar una de las giras más largas de su pontificado con una buena nota, fue recibido por gritos y algunas lágrimas de la multitud en el aeropuerto de Toronto. Cuando el Papa llegó a la pista, golpeó repetidamente su bastón sobre el piso, en un signo aparente de satisfacción. En su discurso de llegada, leído con clara voz en inglés y francés, Juan Pablo II desafió a los jóvenes a promover la paz y solidaridad en un mundo demasiado sacudido por guerras e injusticias. El viaje del Papa, el número 97 de su pontificado, lo llevará también a Guatemala y México, después de encabezar la clausura de las celebraciones del Día Mundial de la Juventud en una misa el domingo. El festival de Toronto tiene lugar en medio de temores latentes de un nuevo ataque terrorista, escándalos de abusos sexuales de sacerdotes católicos y una crisis económica. Juan Pablo II también se enfrentará a una población católica muy dividida sobre sus puntos de vista sobre el aborto y los métodos de control de la natalidad. Como resultado, dijeron los organizadores, hasta ahora solamente 200 mil personas -aunque esperan que cuanto menos se triplique- de unos 170 países se registraron hasta ayer para el festival de una semana, una fracción de los 4,5 millones que acudieron a Manila en 1995 y los dos millones que viajaron a Roma en el 2000, el anterior Día Mundial de la Juventud.
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