Las cuentas no cierran, la angustia crece y el hambre aumenta. Cada día hay que cocinar más de 600 raciones de comida en el Centro Comunitario de San José Obrero (barrio Bella Vista). Para cada ración la provincia destina 62 centavos diarios, además de otros 28 para la copa de leche, que en total llegan a 90 centavos por persona. Pero ya no hay copa de leche, sino mate cocido, y la calidad de la comida se redujo a guisos sin pan. Fue la solidaridad lo que trajo una vez más la bocanada de aire que se necesitaba: algunas donaciones prometidas, entre ellas por los padres del paramédico rosarino que murió en el atentado a las Torres Gemelas, permitirán que el pan vuelva a los platos.
La cuenta es sencilla: el costo de la ración se mantiene desde hace casi ocho años frente a una demanda en permanente aumento. Pero el párroco admite que desde fines del año pasado se produjo el quiebre más importante. "Imagine, comprábamos 60 kilos de pan a 55 centavos, hoy necesitamos un monto mayor a los 2 mil pesos para comprarlo, ya que cuesta más de dos pesos el kilo. Es imposible", aseveró el religioso.
"Antes se comía bastante bien, incluso a veces había milanesas o algo de fruta, todo eso se terminó", afirmó por su parte el cura Joaquín Núñez, coordinador del comedor.
Aporte insuficiente
El lugar se mantiene con fondos que recibe de la Secretaría de Promoción Comunitaria provincial. La responsable del área, Adriana Cavuto, admitió que la situación por la que atraviesan los comedores es "muy difícil" a partir de la escalada de los precios de los alimentos.
Según Cavuto, la provincia destina 80 centavos por plato de comida aunque admitió que es insuficiente y habría que aumentarlos a un peso con diez centavos.
En ese marco, la secretaria aseguró que este mes se incrementaron las partidas para los comedores y copa de leche que están bajo la órbita de Cáritas. "Se enviaron 2.735 raciones en víveres secos, y otras 330 para copas de leche", señaló. Además la funcionaria anunció que el próximo 30 la Nación firmará convenios con comedores a los que se asistirá con fondos provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Sin embargo, las necesidades actuales, tan urgentes como el pan de todos los días, pudieron ayer ser paliadas gracias a la colaboración de la gente: una vez más, los rosarinos reaccionaron sensibilizados apenas se enteraron de la noticia y no dudaron en enviar pan y otros alimentos. Hasta la familia de Mario Santoro, el paramédico rosarino que murió en el atentado a las Torres Gemelas el pasado 11 de septiembre, hizo un pedido al supermercado La Gallega desde los Estado Unidos.
En tanto, Cavuto reconoció que si bien la situación es extremadamente difícil la emergencia alimentaria declarada en diciembre y enero último no se ha mantenido como prioridad. "Vamos a iniciar una campaña para que todos los estamentos gubernamentales y las personas de más recursos apadrinen a los distintos comedores", anunció.
Poco antes del mediodía, en su mayoría mujeres y niños, retiran un plato de comida caliente de San José Obrero. Algunos salen con una olla, otros con recipientes plásticos. También se utilizan palanganas o directamente bolsitas de nailon para poner algunos cucharones de guisos o de polenta.
El paisaje no es nuevo, pero recrudece cada día al compás de la crisis. "La gente y los chicos tienen garantizada una comida por día, pero los fines de semana no comen y golpean la puerta con desesperación", graficó Núñez.