Año CXXXV
 Nº 49.548
Rosario,
martes  23 de
julio de 2002
Min 1º
Máx 8º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





En el Centro Cultural Bernardino Rivadavia
Pinocho, en el país de las narices largas
El director Marcelo Valvasón dijo que es un desafío extra sorprender con un cuento clásico

Rodolfo Bella / La Capital

El grupo Mi Teatro pone en escena una versión de "Pinocho", el cuento clásico de Carlo Collodi. En la puesta intervienen títeres de mesa, de guante, vara y actores y la adaptación corrió por cuenta de Elena Tardonatto y Marcelo Valvasón, quien además ejerce la dirección. La obra se presenta todos los días, hasta el domingo, a las 16, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, San Martín y San Luis. En diálogo con La Capital, Valvasón argumentó su elección de los clásicos infantiles y dijo que siempre es posible dar una lectura novedosa a los argumentos conocidos.
-¿Elegís trabajar con títeres porque no tenés que pagarles?
-(Risas) Es verdad, pero de todas maneras en la puesta anterior ("Hansel y Gretel") también teníamos títeres. Seguimos siendo cinco personas en escena aunque en este caso mezclamos más actores con títeres y hay más objetos.
-¿Qué tiene para decir de nuevo Pinocho después de tanto tiempo?
-La primera imagen que se presenta de Pinocho es cuando le crece la nariz por mentiroso, pero descubrimos que hay cosas más interesantes y actuales que esto. Por ejemplo la necesidad de Gepetto de creer que el muñeco que confeccionó sea un hijo de verdad. Si lo trasladamos al trabajo del titiritero, el anhelo es que tenga vida propia. Pero también puede ser la necesidad de tener un hijo. A veces no se puede, o a veces sí, pero no le dan el amor y las enseñanzas de vida necesarias como las que le da Gepetto y por el cual cobra vida.
-¿Qué pasa con el mensaje de los cuentos cuando el chico lo confronta con la realidad?
-A Pinocho se suceden un montón de cosas y se va armando con la experiencia. El cae en muchos errores y lo tientan con tener que elegir entre ir a la escuela o ir al teatro para que lo aplaudan y lo reconozcan. Quizás decide lo más fácil.
-¿Pinocho es un exponente del éxito fácil y rápido?
-Si lo trasladamos a la actualidad, que haya nueve mil personas para un casting para poder subirse a un escenario... Puede ser que el que quede tenga condiciones, pero quizás sin haber atravesado un paso lógico que es la capacitación. Eso es todo una fantasía y uno se queda sólo con los que llegan.
-¿Se podría decir, por ejemplo, que las pop stars pueden ser los nuevos Pinochos?
-(Risas) Sí, pero la diferencia es que ellas ganan mucha más plata. Es interesante también ver que así cómo los viejos circos trashumantes presentaban sus fenómenos, a Pinocho lo presentan como un muñeco que canta y baila. No lo muestran porque sepa hacerlo bien sino porque es algo novedoso y en eso se parece a los fenómenos mediáticos. La otra diferencia es que el muñeco comprende que lo que hacen por él es por amor.
-¿Por qué recurrís a los clásicos?
-Siempre recuerdo que mi abuela, casi todas las noches y durante tres años, me contaba el mismo cuento, que era una versión de "El pájaro de fuego". Después comprendí que los clásicos tienen mucha actualidad. Además es interesante unir la magia de los clásicos y los títeres.
-¿A quién le crecería hoy la nariz?
-Creo que a los políticos que les pase es porque no son Gepetto. El crea su muñeco por amor, pero estos son Gepettos sin experiencia y sin corazón.
-¿Qué diferencia a Gepetto de Frankenstein, porque él también crea vida?
-Creo que el monstruo se hace malvado porque no encajaba en los estándares sociales. Pero también puede depender de la mayor o menor honestidad y amor del creador, y ahí también está la diferencia en el resultado.



Valvasón: "El titiritero anhela que su muñeco tenga vida". (Foto: Marcelo Bustamante)
Ampliar Foto
Notas relacionadas
Los misterios del retablo
Diario La Capital todos los derechos reservados