Año CXXXV
 Nº 49.546
Rosario,
domingo  21 de
julio de 2002
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Fernando de Noronha: Perdida en el océano
Cumbre de una cadena de montañas submarinas de 4.000 metros de altura, la isla brasileña es un paraíso ecológico bañado por las impetuosas aguas del Atlántico, a 545 kilómetros de la ciudad de Recife

Marcelo Gluck

Fernando de Noronha no es simplemente una isla donde se pueden encontrar algunas de las playas doradas más lindas del mundo en estado natural, sino que constituye un lugar donde el tiempo no importa y la globalización no llegó, "donde lo relativo es absoluto; lo provisorio, definitivo, y lo inusitado, cotidiano", según Ze María, la personificación del espíritu de la isla (ver recuadro).
Descubierta por Américo Vespucio en 1503, la isla fue entregada al que financió la expedición, Fernando de Noronha. Invadida por piratas y corsarios, por ser un punto estratégico para ingresar a América del sur, pasó a dominio definitivo de Portugal en 1737. Luego se transformó en cárcel para presos comunes y políticos en 1938, y en 1942 pasó a dominio federal y se convirtió en una base aliada en la Segunda Guerra Mundial. Más tarde, en 1988, retornó al estado de Pernambuco y se creó el parque nacional.
A 545 kilómetros del continente, con 17,5 kilómetros cuadrados de superficie, Fernando de Noronha (isla principal de un pequeño archipiélago) se caracteriza por su clima tropical, favorecido por una temperatura promedio de 27º centígrados. Mientras que el agua oscila los 28 grados.
Unas 2.000 personas habitan el lugar en medio de la naturaleza exuberante y preservada, imprimiendo al ambiente una notable alegría y una gran insensatez colectiva. Los residentes viven para atender a los 500 turistas que como máximo se permiten en la isla, con el objetivo de preservar el ecosistema en estado casi natural.
El paraíso brasileño dispone de 16 playas y una riquísima vida vegetal y animal, como si el hombre nunca hubiese pasado por aquí, ya que el 70% es parque nacional y el resto es área de preservación.
Los delfines son la gran atracción de la isla y el archipiélago cercano. Haciendo el paseo en barco desde el puerto, por u$s 15, se aprecia cómo los simpáticos animales acompañan la embarcación y exhiben su destreza con diversas piruetas.
Otros ilustres moradores son las tortugas marinas, que desovan en la playa del León. A los 50 días nacen las pequeñas crías, en un verdadero espectáculo de la vida, que permite apreciar la lucha casi titánica que emprenden las tortuguitas por llegar al mar. Una vez en el agua, debido a los grandes peligros que las acechan, una en 2.000 llega a ser adulta. Y esa tortuga en época de reproducción recorre hasta 2.300 kilómetros para desovar en la misma playa donde nació.
Hay 16 playas alrededor de la isla y se pueden recorrer caminando, o más divertido es alquilar un buggy. Cada una se destaca por alguna atracción: el buceo, el surf, la contemplación de puestas de sol y el avistaje de delfines. Todas las playas son de arena blanca, tan blanca, que nos dejan ciegos, como describió Hemingway; mientras que el agua combina tonos de turquesa y azul.
Los lugares para alojarse son posadas de no más de 10 cabañas, o cuartos con todas las comodidades pero sin lujos. No hay resorts ni grandes hoteles 5 estrellas.
Las cabañas más modernas se inaugurarán el próximo mes. Tendrán un estilo rústico y una vista privilegiada a los morros cubiertos de vegetación, a las playas doradas y al manso mar.
Sentarse a comer es un gran placer en Noronha, donde se ofrecen exquisitos platos de mariscos, pescados de mar, pastas y carnes. En los restaurantes se dispensa un trato agradable y jamás faltan los toques artesanales en el menú.
Luego de la cena una buena alternativa es ir bailar "forró", danza típica del nordeste brasileño, que semeja un ritmo de cumbia suave y armonioso. El bar Inferninho es otra opción, siempre bajo el techo de millones de brillantes estrellas y la compañía de tragos típicos.
Durante la estadía en la isla es posible cruzarse con personajes reconocidos como Nelson Piquet, cuyo crucero se encuentra anclado en el puerto. Además algunas figuras la eligen para sellar su amor, como fue el caso de Natalia Oreiro, que allí festejó su boda. En definitiva Noronha es una mujer que cubre sus piernas y abre su boca, en un paraíso cargado de sensualidad.



El paraíso brasileño tiene 16 playas de arena blanca.
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