El rompehielos argentino Almirante Irízar se aprestaba anoche a iniciar la marcha para salir de la barrera de témpanos, con el barco alemán Magdalena Oldendorff detrás suyo, sin remolcarlo, indicó la Armada Argentina.
El jefe de la Fuerza Naval Antártica, Raúl Benmuyal, detalló desde la Antártida que "tras entregarle combustibles y alimentos, iniciaremos la marcha hacia el este, hasta la longitud 0, con el Magdalena Oldendorff en convoy y no remolcado, ya que eso complica y limita la navegación".
En un día de buen clima, con sol, viento de 10 nudos, 13,2 grados bajo cero de temperatura y 19 grados bajo cero de sensación térmica, tras terminar de cargar 6.000 metros cúbicos de gasoil en el oceanógrafo alemán, los dos barcos navegarán a mar abierto.
Ayer a la tarde, la Marina informó sobre el operativo desde el Edificio Libertad, tras establecer una comunicación satelital, por el sistema Yridium, con las autoridades del Irízar.
Durante la mañana, el Irízar giró alrededor del Magdalena Oldendorff para liberarlo de los hielos que tenía a su alrededor, tras lo cual se apareó para "cruzar mangueras y cargarle combustible, mientras que con las grúas le pasaron 60 toneladas de comida" detalló el capitán Javier Valladares, de Hidrografía Naval. Mientras tanto, agregó, los helicópteros del rompehielos hicieron nuevos vuelos glaciológicos "para explorar la salida" de la laguna en que estaban los dos barcos.
Complicado regreso
Pero la segunda parte del viaje será "más complicada que la primera", anticipó el capitán del Irízar, Héctor Taveccia, por "el invierno que avanza, el recongelamiento de los hielos y porque ahora tenemos que navegar con otro buque". El capitán de Fragata aclaró que no van a remolcar al barco alemán debido que tiene "su sistema de propulsión operable" y una marcha a remolque implica "más riesgos".
El comandante del Irízar precisó que no podía hacer "una estimación seria del tiempo que demandará salir a mar abierto, cerca de 1.000 kilómetros al norte, debido a que los comportamientos climáticos de la Antártida son muy dinámicos".
"Este es un mundo de espera de oportunidades -aclaró Taveccia- y hay que tratar de no consumir esfuerzos cuando la naturaleza lo impide". La salida será más difícil que la entrada al fiordo donde quedó el Magdalena Oldendorff porque según Benmuyal "en las últimas 80 millas del derrotero de la llegada, cruzamos hielo viejo y pesado, de dos a tres metros de espesor, más uno de nieve".
Esas placas blancas estaban "cruzadas por cordones de fracturas que se elevaban de 4 a 6 metros de espesor, más otro de nieve" por lo que arrimaban al máximo de siete que puede cruzar la nave argentina.
El marino explicó que "el Magdalena Oldendorff estaba embicado (clavado) en la nieve y a veces tenía que usar sus motores para no ser arrastrado por la corriente" por lo que aclaró que "esa es una estrategia para quedarase en el lugar donde está".
Con los vuelos glaciológicos y la imágenes que les llegan de los satélites, los dos barcos se orientarán entre los témpanos buscando las grietas que puedan tener los campos de hielo. Pero mucho más importante que eso será la dirección del viento, ya que si el aire se mueve de norte a sur, la presión de los hielos aumenta sobre los navíos y hasta pueden estar obligados a parar hasta que el empuje ceda. En cambio, si el viento es del sur, la presión disminuye y los barcos podrán avanzar hacia el norte. Ayer, por ejemplo, el viento soplaba del sudeste a baja intensidad.
El capitán del Magdalena almorzó ayer con el representante de la empresa Oldendorff, Belmuyal y Taveccia, en el comedor del Almirante Irízar, donde acordaron los pasos a seguir, tras una reunión que el comandante argentino calificó como "alegre y rica". (Télam)