Detrás del debate por la ley aparecen distintas cuestiones. Con una acuerdan todos: hay que garantizar el acceso de la gente a los remedios. Si el médico prescribe por genérico, el farmacéutico indicará al paciente -salvo en los medicamentos críticos- distintas marcas y precios, bajo el supuesto de que los controles de la Anmat garantizan igual eficacia terapéutica. La otra cuestión es más escabrosa: la posibilidad de que los laboratorios otorguen prebendas o "premios" a los profesionales que más receten sus marcas. Según Oteo, "hay que separar a la gran mayoría de los médicos, con una resistencia lógica a cambiar una modalidad de prescripción, de aquellos pequeños grupos que pueden tener una relación muy directa con la industria para favorecer una marca". Sí, en cambio, acepta que esa connivencia suele darse entre los "formadores de opinión: nombres de gran prestigio que salen a dar conferencias para convencer con su autoridad sobre cambios prescriptivos y uso de drogas nuevas". Aun así, Oteo reclama que, frente a "150 mil cosas maliciosas que hace la industria farmacéutica para la comercialización" sin que nadie la sancione, "el hilo no corte por lo más delgado".
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