Pablo R. Procopio / La Capital
Inseguridad total. En la zona de Junín al 6400 los vecinos están armados, viven calzados. Sin tapujos, Eugenio exhibió ayer delante de La Capital un pistolón de doble caño que lleva en la cintura, sujeto por el pantalón. "No me queda otra; si no te matan", aseguró consciente de una realidad que lo superó. Nada más que 10 minutos en auto hacen falta para llegar desde el centro a ese sector de Rosario, sitiado por el temor y la delincuencia. El lugar comprendido entre Provincias Unidas, Gorriti, Cullen y Junín está plagado de robos todos los días. Allí la gente vive encerrada, no se anima a salir a la calle y los chicos ya no saben qué significa jugar puertas afuera de su domicilio. Escuchar tiros al aire resulta una costumbre. Peor aún, "la policía no hace nada", aseguran. Es probable que tampoco pueda. Es más, ayer mientras un grupo de estos vecinos explicaban la angustiante situación que viven a diario, dos jóvenes pasaron en un ciclomotor disparando al aire con una pistola calibre 45. Era un alerta clarísimo, algo así como: "Cuidado con lo que dicen, somos capaces de cualquier cosa". Y los vecinos lo saben bien. Pero están hartos de la indiferencia policial y no dudaron en convocarse ayer en Cullen y Gorriti pocas horas después de que -a media mañana- Ana María Montero fuera víctima de un nuevo robo. En los últimos meses la violencia fue recrudeciendo hasta hacerse insoportable. Eran cera de las 10 cuando la mujer salía de su casa y tres jóvenes en bicicleta pasaron frente a ella. Sin embargo, sólo uno la abordó mientras los otros esperaban de campana en la esquina. El ladrón tenía una navaja con la que amedrentó a la señora para sacarle la cartera. Ana María trataba de esquivar los puntazos y se tapaba detrás de los árboles mientras el delincuente tiraba fuerte de su bolsito, cada vez que podía. Los gritos alertaron a los vecinos quienes, al acercarse, lograron que el choro huyera, pero no que saliera sin la cartera. Mientras, la mujer trastabillaba en la vereda desecha por los tirones y las amenazas de muerte. Los efectivos tardaron unos 40 minutos en arribar al lugar. Ya era tarde. "Sería importante que el jefe de la comisaría 12ª (Gabriel Acurso) tome conciencia de la gravedad del hecho", dijo Ana María, quizás resignada. Si bien la gente sospecha de los habitantes de la villa ubicada detrás del barrio (a una cuadra), tampoco quieren tirarse contra ellos. "No sabemos qué es lo que está pasando, pero esta gente anda por ahí", agregó la mujer refiriéndose a los delincuentes. El barrio también parece ser el ámbito predilecto para que ciertos jóvenes consuman drogas. "Se reúnen de a 10 para hacerlo acá enfrente", indicó la mujer desde Cullen al 300 bis. Justo ahí, hace 15 días, el chofer de un taxi fue atacado porque no tenía la recaudación que ese día fue inexistente. Lo golpearon con la culata de un revólver en la cabeza. La zona está en el noroeste de la ciudad. Es un barrio humilde de gente de trabajo. Y de jubiladas solas que viven aterradas; y de hombres que no dudaron en adquirir pistolas y revólveres para defensa personal. Están convencidos de que "gracias a eso pudieron evitarse algunas tragedias", sostuvo Leonardo Merlo. En horas de la noche se avisan entre sí y salen con el arma a cuestas buscando ponerle fin a las situaciones violentas que se dan a menudo. "Cuando (los ladrones) nos ven afuera, se las toman". En Junín al 6400 no hay vecinos que no tengan alguna historia terrible para contar. Como Sandra, quien ayer relató que su marido volvía de trabajar en bicicleta y le "pegaron mal". Según dicen en el barrio, "la mayoría de la gente anda con pistolas automáticas y revólveres en la cintura". No obstante, los malvivientes saben quiénes no se decidieron a portarlas todavía. Precisamente, esas personas son los blancos más buscados. "La seguridad no existe", contó Eugenio al mostrar un balazo que recibió hace seis años cuando se tiroteó con un ladrón. En aquella ocasión le pidió a la policía no ser detenido. El delincuente estuvo sólo un día en prisión. Está desesperado y sin medias tintas exhibe el arma que lleva desde hace tiempo: "Con esta no le voy a fallar al que me quiera chorear y matar. Hay que barrerlos, caiga quien caiga". El barrio que la violencia tomó de rehén es un reflejo más de las carencias de toda la ciudad. "No tenemos móviles, gente, ni nafta", suelen repetir desde la comisaría. En cambio, la inseguridad es total.
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