Año CXXXV
 Nº 49.537
Rosario,
sábado  13 de
julio de 2002
Min 5º
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cartas
La olla no espera

El cuerpo humano tiene, por naturaleza, tres alternativas cotidianas. Dormir, trabajar y diversión. Este triángulo, que podríamos comparar con el equilátero, sería casi perfecto y a través de él podemos trazar un círculo. Hasta aquí pareciera todo idílico. Hasta podríamos calificar a la naturaleza como sabia, profunda y razonable. Cuando no podemos con la geometría, comienza la desazón y el individuo a perderse en los ángulos no tan perfectos del cotidiano vivir. El sueño llega y uno se deja estar y, mal o bien, se duerme por fatiga o placer. Lo malo es cuando comienza el desvelo. Quiero usar como ejemplo un padre de familia honesto, al día siguiente, cuando llega el horario de la olla y hay que echarle fideos. Aquí comienza a trabajar un órgano difícil de contener: la mente. Quizás, impotente, este padre comienza a mandarle a la olla ingredientes como para cocinar el más colosal puchero de preguntas sin respuestas. Por si algún distraído no conoce la receta, aquí van los ingredientes: la olla debe ser bastante grande. Poner agua, casi llena. Hervir para eliminar toda la contaminación. Colocar un caracú grande, tan grande como los sesenta millones de cabezas de ganado en todo el país. Garbanzos y porotos, si no se consiguen, suplantarlos con perdigones policiales. Dos choclos tiernos (se consiguen en cualquier parte, ya que la producción es récord). Si no hay es porque alimentamos a otras naciones. Soja en abundancia, ya que con mil quintales se puede comprar un vehículo nuevo. Fideos a elección. El trigo ondea en los campos en un color de oro que nos anuncia su riqueza (el tipo de munición es gratis). Del fuego no debemos preocuparnos. Solita la olla comienza a hervir. El primer hervor es de resignación. El segundo es de bronca. Ya se va formando la espumita, que aflora también en la comisura de la boca de ese padre que ve cómo su dignidad se hierve. Mientras otro pregona 10 años de gobierno de lujo, algunos se jubilan privilegiados por haber pasado un año de trabajo insalubre en el Senado, otros dictando y aprobando leyes de enanismo congénito. Políticos que planean en lo alto esperando por la carroña, que trata de cocinar su puchero de imposibles. Mientras tanto, la olla sigue hirviendo y se corre el riesgo de que se derrame, con las consecuencias imprevisibles que puedan provocar en los quemados. Cierta clase ya está provista de crema (dinero), por las dudas de que se ampollen. El resto quedará con la cicatriz.
Roberto Lourincevich


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