Mauricio Tallone / Ovación
Enviado especial.- Lo aconsejable en estos casos es no caer en una visión apocalíptica. Porque la legítima intención de estos partidos nacidos en medio de una pretemporada, cualquiera sea el rival, siempre tienen como reto indagar en la relatividad del rendimiento colectivo y a partir de ese mecanismo tratar de calibrar evidencias con la lupa puesta en el futuro inmediato. Entonces, poco importa la capacidad de análisis si se descansa en el costado aritmético y sólo se parte del lugar que Central goleó a Nueva Chicago por 3 a 0 con goles de Talamonti, Marcelo Quinteros y De Bruno. Puesto a trocar esa concepción apenas parcial de los hechos, los nombres a los que apeló en el primer tiempo Menotti apuntaron la creencia de que Central es un equipo con ánimo de protagonismo y con una alta carga de compromiso para reincidir en una idea madre. Con estos elementos a la mano, se puede decir que jugó con su ambición habitual pero la novedad fue que tuvo una contundencia inusual. Por lo tanto, ante los de Mataderos la ecuación fue la siguiente: Central fue más, quiso más y por eso se llevó más. Y ese patrimonio, tan vinculado con la prédica del DT y con su consecuente desapego al pragmatismo táctico, ya puede vincularse con un simbolismo de fortaleza que, si juega como ayer, seguramente vitaminizará un tamiz seductor de cara a lo que viene. Pero ahora es tiempo en detenerse en algunas consideraciones. Por ejemplo, en los primeros cuarenta y cinco minutos cuando Menotti apeló a los soldados de siempre pero con el flor de remiendo de Mandra, quedó la sensación de que la elaboración del juego ya no ofrece una solución intermitente. De Bruno funcionó a pleno más allá de que jugó con una molestia en el tobillo. El cóctel lo completaron la dinámica que le imprimieron Marcelo Quinteros y Papa en una búsqueda constante por los costados. Central machacó con esa prepotencia, reiteró fórmulas de desequilibrio, chapaleó en una rutina de maniobras que nunca castigaron la presencia de fantasía y denunció un infrecuente grado de contundencia para resolver la historia. En la plaza del Torpedo Arias se movió Mandra: más prevalencia física que velocidad, más panorama que individualismo. El delantero no sólo habitó con frecuencia el área sino que se mostró muy participativo. En el gol del Chelo Quinteros dejó un tendal por el sector izquierdo y se la sirvió para que la empujara el pibe de Cañada de Gómez. Mientras que en el tercero maniobró con astucia y se la cedió a Figueroa para que De Bruno terminara la obra. La movida que puso en práctica el Flaco para el complemento apenas alcanzó el experimento de cotejar niveles para sacar en limpio la materia prima con la que cuenta. Los ingresados sólo se dedicaron a sostener el target colectivo desde la comodidad del resultado. Y con un dibujo cuyo último trazo fue la aparición por las bandas de Pino y Arriola y con el aporte de Vitamina Sánchez. Así defendieron un terreno de 65 metros de ancho y atacaron otro de 45. Pero también supieron cerrar el frente y ponerle un corset ajustado a las posibilidades ofensivas del rival. Central puso primera de manera inmejorable. Una goleada, el arco en cero y una suficiencia futbolística para enfocar con determinación el objetivo situado con la doctrina que cautiva al Flaco: ganar jugando bien al fútbol.
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