Lydia Georgi
Dubai. - Opositores iraquíes interpretaron ayer con certeza que el presidente estadounidense George W. Bush quiere "seriamente terminar el trabajo" que comenzó su padre en 1991, y esperan que lance probablemente a fines de año un ataque contra Irak para derrocar a Saddam Hussein. Bush, cuyo padre había expulsado a las tropas iraquíes de Kuwait en la Guerra del Golfo en 1991, reiteró el lunes que estaba determinado a utilizar "todos los recursos" para derrocar a Saddam Hussein, pero esquivó la pregunta de un periodista que quería saber si lo realizaría antes del fin de su primer mandato, en enero de 2005. "Las fuentes dejan entender que el período que va de octubre a enero próximo será decisivo, la operación podría realizarse en cualquier momento a partir de octubre", comentó ayer el general Najil Al Salhi antes de partir desde Washington hacia Londres en donde debe participar en una conferencia de ex oficiales iraquíes en el exilio prevista para el viernes. "Personalmente pienso que la operación podría realizarse entre noviembre y marzo de 2003", indicó Hamed Al Bayati, representante en Londres de la Asamblea Suprema de la Revolución Islámica en Irak (ASRII), el principal movimiento de la oposición chiíta con base en Irán. Según él, el año 2004 es el de las elecciones y sería muy arriesgado para el presidente estadounidense. En cambio, el período ideal sería al final de las elecciones legislativas en noviembre y los meses que preceden el período de gran calor en la región del Golfo, explicó Bayati, que forma parte de un grupo de opositores iraquíes que se reunieron en junio con responsables estadounidenses. El problema es saber cuándo y cómo, terminar el trabajo que comenzó Bush padre en 1991 y no excluyen ninguna opción, continuó Bayati. Bayati evocó tres posibilidades: "La utilización de unidades especiales para provocar un motín en el ejército iraquí, una operación al estilo de la que efectuó en Afganistán implicando a la oposición, o una invasión masiva lanzada desde los países vecinos. Desde el norte (Turquía), del oeste (Jordania) y del sur (Arabia Saudita y Kuwait)". Salhi, ex oficial de la guardia republicana, una unidad de élite del ejército iraquí, evocó por su parte el escenario de un asesinato, de un golpe de Estado o de una ofensiva militar masiva. Aunque estimó que para Estados Unidos, el nuevo dirigente iraquí debería ser aceptado por la mayoría de la población para asegurar la estabilidad del régimen luego de Hussein y preservar sus intereses en la región. Para ello deberán tener en cuenta la comunidad chiíta (55 a 65% de la población). Saddam Hussein es de confesión musulmana sunnita. El gobierno de Arabia Saudita, principal aliado estadounidense en la región, no aceptaría de buena gana un régimen chiíta en Irak. (AFP)
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