La relativa tranquilidad del dólar en los últimos días dio cierto respiro, al menos, respecto del permanente incremento en los precios de insumos y combustibles que se venía registrando. Lamentablemente, la inmediata actualización a la baja en las cotizaciones de los productos que el campo vende, no tiene una correlación con los valores de lo que debe comprar y, es probable que se deba esperar bastante, y que la divisa estadounidense mantenga su tendencia bajista, para que tal cosa ocurra.
Así, de continuar el esquema de esta semana que pasó, seguramente los balances van a sufrir el lógico deterioro que impondrá la ampliación de la brecha: costos manteniéndose en el pico de alrededor de 4 pesos por dólar, e ingresos bajando al ritmo de la caída de la moneda estadounidense, lo que ya se comprobó con la cotización de los granos.
Pero esto en el campo es bien conocido, y lo que muchos sienten es que esta es una película ya vista (y más de una vez). Una triste "remake" de un fiasco de taquilla.
Si se analizan, por ejemplo, los temas de discusión y de reclamo, tranquilamente se podría pensar que todo está ocurriendo en la década del 70 o del 80, desde la aftosa hasta la carpocapsa o el cancro de los citrus. Desde la falta de financiación hasta la reimplantación de las retenciones, la imposibilidad de utilizar los seguros, el aislamiento internacional (problemas con Chile, con Brasil, en el Mercosur, etc.) y el retorno a las viejas técnicas productivas por imposibilidad de mantener los avances tecnológicos.
Se retrocedió respecto a la transparencia de los mercados, en la seguridad jurídica, en la jerarquía de la Secretaría de Agricultura, en el rol del campo en el conjunto de la producción argentina, en política tributaria (al recrearse cantidad de gravámenes que en algún momento se habían podido eliminar), en la lucha contra las inundaciones (que afectan áreas cada vez más amplias de las principales zonas productivas).
Después de años se sigue discutiendo sobre el fondo de promoción para la carne, para la leche, sobre la trazabilidad, sobre el traslado de Liniers, sobre la distribución de la cuota Hilton (como si no se hubieran hecho mil pruebas al respecto), sobre el papel de organismos como el Inta o el Senasa, pero nada se define ni avanza.
Programas truncos
En medio, se perdieron incluso ciertos avances importantes, tal el caso de programas exitosos como el Promex (Promoción de exportaciones), Cambio Rural o el Social Agropecuario (casi desarticulados por falta de fondos), el Inase (de semillas) o el Prohuerta, entre otros muchos.
Se llegó a crear un Ministerio de la Producción, que no sólo subordinó más aún el rol de Agricultura, sino que en este caso sólo se utilizó para enmascarar una devaluación cuyos resultados están a la vista.
Sin embargo, y aunque ahora sin ministro específico, el nuevo elefante sigue vivito y coleando, nombrando gente en forma constante (como surge del Boletín Oficial), y apenas agazapado para, tal vez, volver a irrumpir en el momento menos pensado.
Se pierde plata, tiempo, esfuerzo y, especialmente, "fe", y seguimos avanzando en círculos sin movernos del mismo lugar, mientras una buena parte del mundo ya aprendió de sus propias experiencias y camina con un destino cierto.