Año CXXXV
 Nº 49.531
Rosario,
sábado  06 de
julio de 2002
Min 4º
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Editorial
Escritores que triunfan afuera

La pronunciada crisis que azota desde hace ya demasiado tiempo a los argentinos ha colocado el ojo de la atención pública sobre los asuntos políticos y económicos de un modo casi excluyente. Y así la cultura, que aunque no sea pan constituye uno de los alimentos básicos del hombre, se ve constantemente postergada en función de necesidades supuestamente más perentorias. El golpe que la devaluación propinó a la industria editorial nacional fue muy duro: al enorme aumento de los insumos se le sumó el impacto indirecto de la disminución del número de lectores, por razones obvias. Y las principales víctimas de la situación, además de editores y libreros, son los creadores, cuyo mercado queda prácticamente reducido a la nada.
Sin embargo, en el grave panorama se abren rendijas que permiten vislumbrar un poco de luz. Así, el cada vez más poderoso Primer Mundo ha descubierto que, además de Borges, Sábato y Cortázar, existen en la Argentina escritores de real talento y que no necesariamente se desarrollan en la reducida esfera que suele atribuírsele en nórdicas latitudes al carácter latinoamericano, inevitablemente vinculado -en tal cosmovisión- a lo desmesurado y lo exótico.
Al camino que veinte años atrás comenzaron a recorrer narradores como el santafesino Juan José Saer y el porteño Ricardo Piglia se han agregado, en los últimos tiempos, nuevos nombres. Entre ellos es posible hacer mención de Rodrigo Fresán, Marcelo Birmajer, Pablo De Santis, Diego Paszkowski, Leopoldo Brizuela y Pedro Mairal, sin tomar en cuenta el gran éxito conseguido por el también periodista Tomás Eloy Martínez con su última novela, "El vuelo de la reina".
Todos ellos son valorados, citados y traducidos en Europa, continente donde alguno ya reside. Es que allí existen oportunidades que en la Argentina hace mucho son parte del pasado. Bienvenido sea el reconocimiento obtenido por cada uno de ellos, aunque pueden resultar útiles ciertas acotaciones: en primer término, se trata de escritores cuya proyección arranca inevitablemente de su residencia previa en Buenos Aires, dato que no hace sino reafirmar la característica unitaria que aplana y empobrece a la cultura argentina; en segunda instancia, tal vez habría que repetir que el triunfo en el exterior no debería ser condición "sine qua non" para obtener la consagración en la propia patria. Ojalá que en los próximos tiempos la mirada europea sobre los escritores argentinos se expanda y profundice. Existen aún demasiados talentos sobre quienes los públicos del Viejo Continente carecen de la más mínima noticia.


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