En un intrépido asalto tres ladrones controlaron a una decena de hombres de la firma Rosario Bus, ubicada detrás del barrio Rucci, y se llevaron unos 10 mil pesos, todo en monedas. Los asaltantes obligaron a dos empleados a trasladar el botín hasta el auto en que huyeron. Ante el peso de las monedas, tuvieron que cargar las bolsas en baldes, apuntados con pistolas, igual que otros empleados del playón.
El robo ocurrió a las 9.30 de ayer, cuando en la empresa aún se encontraba el dinero recaudado por el pago de boletos ocasionales de todo el fin de semana, de unos 60 coches de las diferentes líneas de la empresa. Los protagonistas del golpe se adelantaron en una hora al camión recaudador de caudales, que llegó cuando los ladrones ya se encontraban como Tío Rico Mac Pato, revoleando monedas al aire.
El galpón de la firma del empresario Agustín Bermúdez está en Camino de los Granaderos y Circunvalación, pegado a Herromat. Es un predio de más de media manzana, rodeado por un viejo alambrado perimetral que deja el ingreso libre.
El apriete abajo
Ayer a la mañana había unos cinco empleados, otros tres administrativos, y unos tres colectiveros cuando llegaron los maleantes en un Fiat Uno blanco que dejaron estacionado al final de la fosa. Dos apuntaron a los mecánicos y choferes que estaban en la playa y un tercero subió a las oficinas, que tienen cerradura sólo desde el interior. "Abrí que abajo están todos apretados", dijo el ladrón mientras su compañero, desde el playón, amenazaba con utilizar su arma.
"Esto tiene que ser rápido. Dame la plata, que hay más. Esto tiene que ser rápido", lanzó uno de los ladrones al encargado, Juan Molina; el recaudador, Héctor Roggio; y el largador de coches, Alberto Bachur, que estaban en la oficina.
Mientras los mecánicos y choferes seguían apuntados en el playón, los administrativos debieron cargar las bolsas con monedas. "Primero las puse en una caja, pero no la podíamos mover. Al final las cargaron en baldes", contó Molina. Los empleados fueron obligados a bajar la carga desde la oficina, a través de una escalera caracol, hasta el Fiat Uno.
Los ladrones se fueron con el dinero, que el encargado estimó en unos 10 mil pesos, después de amenazar con llevarse alguno de los autos de los empleados.
"Esto no es nada agradable", dijo Molina, que permaneció apuntado con un arma un cuarto de hora. "Parecían tranquilos, nos trataron bien, pero nunca sabés si se les puede escapar un tiro", insistió el hombre, de unos 50 años.
La geografía del galpón, totalmente abierto, facilitó el ingreso de los ladrones, que operaron en el intenso frío mañanero que agarrotaba las manos de los empleados. Al evaluar la seguridad de la empresa, los trabajadores señalaron la ausencia de medidas mínimas. "Acá puede entrar cualquiera: los ciclistas que necesitan aire, autos de firmas vecinas que vienen a buscar cambio, choferes, y además, en la empresa hay tantos empleados que es imposible conocerlos a todos", indicaron. Como reminiscencia de otros tiempos, queda un grabado en el vidrio de la ventana de la oficina administrativa. "Este local tiene una alarma conectada con el Comando Radioeléctrico y la subcomisaría 1ª", dice, aunque la alarma ya no exista.
El sitio asaltado es uno de los cinco galpones que utiliza Rosario Bus para refaccionar y guardar los coches de más de una decena de líneas que componen el transporte urbano de pasajeros de Rosario.