Gustavo Yarroch / La Capital
Los formalismos indican que ayer se cumplió el contrato entre Marcelo Bielsa y la AFA. Las últimas declaraciones de Julio Grondona permiten inferir que el Loco ya dejó de ser el técnico del seleccionado. "¿Y ahora qué?", se pregunta la patria futbolera, golpeada por la realidad de un país sumido en el fondo del mar y todavía sin poder comprender cómo Argentina terminó 18ª un Mundial en el que, se dijo hasta el hartazgo, tenía muchas chances de ser primera. Para colmo, el campeón fue Brasil, como para que de una vez por todas dejemos de compararnos con los pentacampeones. A la hora de la verdad Brasil dice presente siempre -o casi- (ganó dos de los últimos tres Mundiales) y Argentina hace tres que ni siquiera accede a semifinales. Pero el tema a abordar es otro. Se trata de mirar hacia adelante. ¿Grondona debería ofrecerle otros cuatro años a Bielsa? La respuesta es complicada. Por un lado, Bielsa es un ejemplo de trabajo y honestidad y, formas al margen, dotó al equipo de una impronta ofensiva digna de ser imitada por sus sucesores. Pero, por el otro lado, en el Mundial demostró ser un obtuso, un técnico demasiado lineal para un deporte que tiene más lugar para los imponderables que para las sentencias irrefutables propias de los obcecados. Bielsa cometió muchos errores, pero hubo dos poco menos que imperdonables. Uno: que la única fórmula de ataque fueran los centros y pelotazos. Es inconcebible que un equipo aspirante a campeón mundial no haya tenido un mano a mano con el arquero rival en 270 minutos de juego. El equipo debió tener mayores variantes ofensivas y haber apostado a un fútbol más propenso al toque que a ese vértigo de centrifugador. Dos: haberle dado la espalda a la necesidad de poner juntos a Bati y Crespo ante los ingleses y los suecos. Bielsa está en todo su derecho a preferir un esquema de juego determinado, pero no debió soslayar que contaba en su plantel con dos de los centrodelanteros más temibles del mundo. En ambos casos, el técnico pareció confundir capricho con convicción. Parece que Grondona le ofrecerá el cargo a Pekerman. Sería irreprochable: Pekerman consiguió tres títulos mundiales en seis años con los juveniles y es un abonado al toque y la vista puesta siempre en el arco de enfrente. Su inexperiencia al frente de jugadores de primera despierta un interrogante: ¿Tendrá la muñeca necesaria para manejar a un plantel de estrellas? La única manera de saberlo es con horas de rodaje. La opción Carlos Bianchi, el candidato preferido por los hinchas en casi todas las encuestas, chocaría de frente con el gusto de Grondona. Pero, claro, sería otra posibilidad con más aristas interesantes que negativas. En todo caso, la idea debería ser una sola: Pekerman, Bianchi o el mismo Bielsa son técnicos probadamente competentes, que se merecen el apoyo de la gente. Apoyemos pues a quien sea el elegido. En el peor de los casos, si el primer año de gestión es un fracaso, queda el tiempo suficiente para cambiar de nombre en el camino y llegar de la mejor manera a la Copa América de Perú 2004 y el Mundial Alemania 2006.
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