Sergio Roulier / La Capital
Los jóvenes discapacitados de Rosario y la región quieren divertirse. Y tienen un lugar especial para hacerlo. Desde hace ocho años, la disco de Corrientes al 400 arma un baile viernes por medio, de 19 a 21, para todos. Y allí concurren chicos con síndrome de Down, en sillas de ruedas, ciegos y también los que se llaman "normales". Es un espacio de integración, de diversión y alegría, sin histerias ni careteos. Pasa lo mismo que en un boliche "común": la gente se conoce, hay historias de amor y mucha conga y no existe la droga, el alcohol y la violencia. Junto a los pibes están sus padres, familiares y docentes porque "acompañarlos es fundamental para ellos", según los especialistas. Los bailes son abiertos a todo el mundo y sólo se paga una entrada de un peso. Concurren chicos de diferentes instituciones de la ciudad y también de localidades vecinas como Villa Gobernador Gálvez, Funes, Roldán, Pérez, Soldini y hasta de Cañada de Gómez. Es una actividad que promueve el Instituto Rosarino de Investigación y Rehabilitación de la Discapacidad con el objetivo de integrar a estos jóvenes con capacidades diferentes en un espacio público recreativo.
La fiesta es de ellos Cada viernes, llegan temprano, los chicos vestidos con ropas de marcas, y las mujeres con espaldas descubiertas y bien maquilladas. La mayoría viene con su papá o mamá o algún pariente, aunque varios caen en grupos. "La idea es acompañarlos y no vigilarlos", aclara Alicia Carra, de la institución organizadora. Y así es como los adultos se quedan al costado de la pista mientras sus hijos danzan. Natalia viene desde hace dos temporadas y está siempre con Pablo, su novio, van juntos al mismo colegio. Su madre, Adriana, está contentísima con la propuesta y contrató una combi para traer chicos de Cañada de Gómez. "Es un lugar para que ellos se diviertan, hay que darle estos espacios, aunque al principio cuesta aceptarlo", apunta. Se divierten al palo, bailan desde que llegan hasta que se termina. Cantan, saltan y enloquecen cuando escuchan a Walter Olmos. Se mueven y se agarran con el tema "El Meneaito". "Estos son más normales que los que se dicen normales. Son cuidadosos, no rompen ni tiran vasos, no apagan los cigarrillos en los asientos", resume Alejandro, encargado de la disco. Beben jugos y gaseosas y se comen un pancho. La idea es compartir e integrarse. Y en este entrar en comunicación con el otro, aparece el amor. Entre Chela y Luciano parece que hay más que una amistad porque van de un lado a otro juntos y bailan sin parar con movimientos y una coordinación de años. Hay otras parejas que se matan a besos y se abrazan con cariño. Algunos fueron más lejos como Mercedes y Guillermo que ya se comprometieron. El nombre de la fiesta es una definición: Integración. Se enmarca en una propuesta tendiente a que "las personas con discapacidad cuenten con medios para modificar su propia vida y ser más independientes", concluye la docente Alicia Coppo.
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