Mariano Bereznicki / Ovación
Central se caracteriza por muchas cosas. Pero a lo largo de su a esta altura pobre historia, hay una que sobresale del resto: vender a precios insólitos a sus jugadores. Pero lo más grave de todo es que ahora parece ser que la nueva modalidad es ponerle el tachito a los pibes de las inferiores y aceptar cualquier suma irrisoria por ellos. Total, el objetivo es que entre dinero fresco a las arcas canallas aunque después no se sepa con exactitud su verdadero fin. Además los dirigentes dejan siempre en claro que no les importa para nada si ese jugador, al que prácticamente terminan regalando, tiene grandes condiciones o no. Y esto se debe principalmente a que quienes en teoría deberían poteger el patrimonio del club no pisan nunca la desprotegida y descuidada ciudad deportiva para seguir de cerca a quienes son el verdadero futuro del club. Desde que empezó el año los dirigentes parece que se empecinaron con juntar fondos a sabiendas de una poda indiscriminada en los porcentajes de propiedad de los pases de los chicos. Pero también vale la pena mencionar que esos mismos pibes, inclusive varios de los que están en el hotel de la ciudad deportiva para ser más precisos, no tienen agua caliente y hace varias semanas les cortaron el cable por falta de pago. No hay duda de que los jugadores canallas sufren por partida doble. Por un lado, padecen el desarraigo de sus seres queridos. Y por el otro, la desprotección e indiferencia de quienes verdaderamente tendrían que ocuparse de ellos. En los últimos días un par de dirigentes que dicen ser de Central se mandaron otros grandes negocios: vendieron gran parte de los porcentajes de Alejandro Faurlín, un volante central de la séptima división, y de Jorge Rodríguez, de la sexta. Y ni habar del goleador Germán Herrera, de la cuarta, a quién ya cedieron el 60 % de su pase a unos empresarios. O de la prematura e innecesaria venta de Marcos Charras a un grupo empresario en 230 mil dólares, que ubicó al lateral izquierdo en Bulgaria pero con grandes posibilidades de que pase al fútbol español dentro de muy poco tiempo. Pero lo más grave de todo es que la lista puede extenderse en las próximas horas. Tanta es la necesidad que parecen tener los dirigentes de reunir dinero que los lleva a no pensar y cometer estos actos fallidos, que ponen en jaque el patrimonio del club. Quizás sería mucho mejor si en vez de reventar por dos pesos a los pibes, los que tienen o están cerca del timón comiencen a colaborar en serio de una buena vez, no sólo con los chicos de las inferiores, sino también con los muchachos de la primera, a los que les adeudan muchísimo dinero y a los empleados del club, quienes ya casi perdieron la memoria de cuándo cobraron por última vez.
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