Madrid/Sevilla. - Con la colocación de cuatro potentes coches bomba y un quinto artefacto explosivo en apenas 32 horas, la organización separatista vasca ETA lanzó una ofensiva terrorista sin precedentes en los últimos años, coincidiendo con la cumbre de la Unión Europea (UE) en Sevilla.
El último de los cinco atentados fue perpetrado ayer en la tarde en la ciudad costera de Santander, en el norte de España, donde un coche bomba hizo explosión frente a un edificio de oficinas y viviendas que alberga además diferentes organismos del gobierno regional de Cantabria.
La onda expansiva causó cuantiosos daños y un herido, una agente de la policía que sufrió contusiones en un brazo y ayudaba a una anciana que pasaba por el lugar en el momento de la explosión.
Dos horas antes, los terroristas habían hecho estallar una potente bomba con dos kilos de dinamita en una zona de hoteles ubicada en la carretera entre las localidades costeras de Mijas y Fuengirola, en la sureña provincia de Málaga. Este atentado tampoco causó víctimas, pero sí escenas de pánico entre los muchos turistas extranjeros alojados en el lugar.
Cerca de allí, en Fuengirola y Málaga, ETA ya había detonado el viernes dos potentes coches bomba con alrededor de 40 kilos de explosivos cada uno, provocando seis heridos, uno de ellos, un turista británico de 33 años, muy grave.
Horas después estallaba otro coche bomba, con 50 kilos de dinamita, esta vez en el estacionamiento de un centro comercial de la cadena El Corte Inglés de Zaragoza, en el norte del país. El atentado dejó un saldo de tres heridos leves, pero a juicio de las fuerzas de seguridad habría podido ocasionar una auténtica masacre si el recinto no hubiese sido evacuado a tiempo.
De la debilidad a la fortaleza
Tras los éxitos policiales de los pasados meses, que dejaron a ETA bastante debilitada, parece evidente que el grupo armado movilizó buena parte de los comandos terroristas de los que aún dispone para perpetrar estos atentados en sitios tan distantes entre sí como Santander y Fuengirola.
El objetivo también parece claro: por un lado, sembrar el terror durante la celebración de la cumbre de Sevilla, con la que España cerró su presidencia semestral de la UE. Y, por el otro, dañar el sector turístico, el principal motor de la economía española, con 50 millones de turistas y 40.000 millones de euros (38.000 millones de dólares) en ingresos anuales.
Esta ola de atentados recuerda a los tiempos más duros del terrorismo etarra, que en los años 80 llegó a causar hasta 100 muertos al año.
En este sentido resulta alarmante para muchos pensar qué podría ocurrir si en alguna ocasión a la policía no le da tiempo de desalojar la zona, bien porque ETA deje de alertar sobre la colocación de los artefactos o la bomba explota antes de tiempo.
El gobierno lanzó ayer un mensaje de tranquilidad, tanto a los propios españoles como a los turistas, al hacer hincapié en que "no hay que sobrevalorar" la capacidad que tiene ETA de colocar artefactos, según dijo el ministro portavoz, Pío Cabanillas.
El presidente del gobierno, José María Aznar, que recibió el respaldo de líderes de la UE como el presidente francés, Jacques Chirac, o el canciller alemán, Gerhard Schröder, reconoció en Sevilla que ETA quiso crear en torno a la cumbre "un clima de amenazas y un paisaje de destrucción".
Al mismo tiempo, sin embargo, advirtió: "Los terroristas saben que atentan contra una Europa en la que no tienen cabida, que los rechaza y que está dispuesta a combatirlos con toda la firmeza y toda la determinación".
Tampoco parece casual que en vísperas de la cumbre de Sevilla ETA publicara un comunicado en el que no sólo anunciaba la continuación de su lucha armada sino en el que además declara la guerra a la "Europa de los Estados", a la que acusa de negar a los vascos "su derecho a pensar y vivir como pueblo".
"El País Vasco no tiene futuro" en esa Europa, agregaba el escrito del grupo armado, incluido recientemente por la UE en su lista de organizaciones terroristas. España vive además un clima de crispación política por el proyecto del gobierno de ilegalizar al partido Batasuna, brazo político del grupo terrorista. El gobierno regional vasco, así como los obispos católicos vascos se pronunciaron contra el proyecto. (DPA)
La Ciudad
