Alejandro Cachari / La Capital
Dante Panzeri sentenció alguna vez que el fútbol era la "dinámica de lo impensado". Qué dolorosamente inocente suena aquello hoy. Por suerte, Panzeri falleció poco antes de que comience el Mundial 78. Allí se hubiera chocado duramente contra una realidad que seguramente veía venir y que hasta alcanzó a combatir brevemente. "El fútbol es el más hermoso juego que haya concebido el hombre, y como concepción de juego es la más perfecta introducción al hombre en la lección humana de la vida cooperativista". Otra vez Panzeri. Hoy sólo parece una utópica expresión de deseos. "Es que el fútbol, tanto para quienes juegan, para quienes van a ver ganar, como para quienes van a ver jugar, es siempre un fenómeno emotivo. Cuando la emotividad está ausente, es que estamos ante un mero entrenamiento". De nuevo Dante. Lirismo puro. Casi una literatura de otros tiempos. Afirmaciones irreconocibles e inaplicables para el fútbol del siglo XXI. Habrá que ir buscando nuevos horizontes. Se hace imprescindible un golpe de timón que casi nadie está dispuesto a dar. El negocio ya hace muchos años que le ganó la pulseada al juego. La característica lúdica no existe desde el mismo momento en que los intereses se transformaron en los principales protagonistas. Se escribe, preferentemente, sobre la Copa del Mundo. La designación de un árbitro egipcio y dos asistentes de Trinidad y Tobago y Uganda para un partido de cuartos de final es un verdadero despropósito y el primer paso hacia la demostración de que a la Fifa le interesan mucho más los negocios que rodean a la pelota que la calidad del juego. Ayer España fue despojada de las semifinales por un arbitraje corrupto, con comportamientos sinvergüenzas de jueces puestos a dedo para beneficiar a uno de los organizadores. Había sucedido lo mismo con Italia. Todo ello sumado a las prebendas que recibió Brasil ante Turquía y con Bélgica desvirtúan un Mundial que llevó a extralimitaciones insospechadas los intereses de la multinacional con sede en Suiza. Por suerte, y conviene resaltarlo claramente, Argentina se quedó afuera en la primera fase por sus limitaciones futbolísticas y no porque los árbitros lo hayan perjudicado. Gane quien lo gane, ya da lo mismo. Dejó de ser el acontecimiento deportivo más importante que puede ofrecerse a nivel mundial. Ahora, desde hace un tiempo en realidad, pero con un crecimiento vertiginoso y voraz, el negocio viene despedazando al fútbol. En realidad lo tiene malherido, contra el banderín de un córner cualquiera de las canchas de Corea, mudos testigos del mayor robo de la historia de los Mundiales que sólo dejó en pie al intocable Brasil, a la azarosa, inexpresiva y mecanizada Alemania, a la trabajadora, empeñosa y respetable Turquía y a la impresentable Corea, el más patético exponente de la corrupción en el fútbol actual.
| |