"Nuestros alumnos comen gracias a los docentes. Si no fuera porque los maestros donan unos 20 pesos mensuales de su sueldo, los chicos no podrían alimentarse con carne dos veces por semana ni tomar leche todos los días". De esta forma, Blanca Villar, directora de la Escuela Especial Nº1.252 (Garzón 950), admitió la crítica situación por la que atraviesan los 52 chicos del establecimiento. Son alumnos de entre 5 a 16 años, muy humildes, que padecen todo tipo de problemáticas mentales y motrices, y que reciben diariamente la copa de leche y el almuerzo. Algo que no sería posible si se intentara cocinar sólo con los 20 centavos por cada desayuno y los 65 centavos para cada ración de comida que envía el Ministerio de Educación de la provincia. Una cifra irrisoria cuando se trata de preparar la comida para unas pocas decenas de alumnos y que, según las ecónomas escolares, apenas alcanza para los comedores donde se alimentan entre 800 y 900 chicos.
La solidaridad en esta escuela no termina con el fondo solidario de las docentes. Porque las once maestras, junto a la cocinera y la portera -que cobran entre 400 y 500 pesos promedio de salario-, no sólo echan mano a sus bolsillos para que ningún chico se quede sin su plato de comida. También hacen empanadas y las venden por el barrio para las fechas patrias, buscan donaciones de alimentos y dan la cara con los proveedores. "Es que hace apenas unos días recibimos las partidas de dinero de abril", señala Graciela, la cocinera, mientras las docentes siguen enumerando sus tareas escolares: "También nos proveemos de material didáctico, les tramitamos el medio boleto y les buscamos medicamentos y ropa a los chicos. No nos queda otra, hoy, con 4 grados de temperatura, vino una nena en sandalias", comentó una de ellas.
Cuatro tazas de leche
Fideos con salsa. Ese era ayer el menú en la escuela, día en que por el feriado largo se reforzaron las raciones; una costumbre de lunes y viernes, cuando los chicos vuelven o se preparan para un ayuno prolongado. "Si les preguntás el primer día de la semana quién quiere más leche, todos levantan la mano. A veces, si podemos, llegamos a servirles hasta cuatro tazas", señaló una maestra.
Los alumnos de esta escuela viven en una villa cercana y en los barrios Ludueña, Empalme Graneros y Santa Lucía. Cuando no están en clase, limpian vidrios, cirujean o abren puertas de taxis y en su mayoría no abonan el arancel solidario, "porque no pueden", remarca la directora, por si quedan dudas.
El establecimiento es privado pero recibe el ciento por ciento de subvención estatal. Se compone de cinco aulas, una canchita de fútbol pelada y un comedor que hace las veces de aula para los talleres de actividades prácticas.
Las maestras comentan que los chicos no sólo se enloquecen por la leche, sino también por el chocolate, las facturas (que hay que partir en cuatro para que alcancen), el dulce de leche y los cereales. "Una empresa nos regaló varias bolsas de cereal saborizado para la leche, les encanta, pero ya se está acabando. También les gustan las lentejas pero aumentaron y ahora se hace difícil cocinarlas. Apelamos a la sopa de verduras con sémola, polenta, fideos y arroz", contó la cocinera.
Fondo solidario
Para enfrentar la crisis las docentes se vieron obligadas a crear un fondo solidario desde hace dos años, a pesar de estar convencidas que el Estado debería invertir más en educación. "La iniciativa docente funciona algunos meses más que otros porque también tenemos nuestros problemas familiares. Es más, los maridos de algunas están desocupados, pero en alguna oportunidad vendimos pollos a la parrilla y ellos también ayudaron: hicieron de asadores", remarcó Villar, la directora.
Y como se resisten a que el hambre de los chicos pueda más que ellas, las maestras están preparándose para comenzar a sumar platos de soja a los menúes de sus chicos. Además, no dejan pasar ninguna fiesta patria sin intentar vender las empanadas y pastelitos que ellas mismas elaboran. "Para este 20 de Junio tenemos listo un stock de 40 docenas de empanadas y 30 docenas de pastelitos. Es una manera más de recaudar fondos; nos compran los vecinos, los padres y nuestra propia familia, todo sale de nuestros bolsillos", dice una maestra.