Año CXXXV
 Nº 49.511
Rosario,
domingo  16 de
junio de 2002
Min 3º
Máx 16º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






EL cazador oculto: Una puñalada por la espalda

Ricardo Luque / Escenario

La decisión de la Sociedad Exhibidora Rosarina (SER) de cerrar el complejo Monumental y el cine El Cairo nos sorprendió como una puñalada en la espalda. El golpe fue duro, y los golpes duros en tiempos difíciles no son fáciles de asimilar, aunque uno los espere bien plantado, con la guardia alta y los abdominales duros como una piedra. Esa madrugada, para colmo, la selección había quedado afuera del Mundial, una desgracia que nadie quería ni imaginar y que, cuando se hizo realidad, dejó un sabor amargo. Una tristeza que, en las vísperas del arribo de la misión del Fondo Monetario Internacional (FMI), se hizo apenas soportable. En ese momento, cuando hasta los más optimistas veían al futuro como un profundo agujero negro, llegó la sentencia de muerte de las últimas salas tradicionales que aún resistían los embates impiadosos de la globalización. Un hilo helado corrió por la espalda de los que habíamos ido llenos de ilusión a ver a los cines del centro alguna de esas películas que se graban en la memoria para toda la vida.
¡Qué curiosos son los recuerdos! Mientras no acierto a discernir dónde dejé los apuntes que tomé para escribir esta nota, frente a mis ojos aparecen los detalles de aquella primera tarde de matiné en el Monumental. Pasó un largo tiempo, y así y todo sigue fresca en mi memoria la alegría que sentí cuando entré, aferrado de la mano de mi madre, a la sala en penumbras del cine. Ibamos a ver "Mary Poppins", una película que me asombró, más que por las habilidades mágicas de la institutriz protagonizada por Julie Andrews, por el personaje que Dick Van Dyke encarnaba con la cara sucia, galera y vestido de riguroso negro y que a mí me resultaba totalmente extraño. Nunca había visto un deshollinador. Y qué hay de raro en eso, yo era un niño pequeño que vivía en un barrio y que ni siquiera había visto una chimenea.
Pero todo eso es pasado, muerto y enterrado, igual que los cines del centro, aunque sigan abiertos, aunque se obstinen en pasar las películas que otros niños recordarán como una ensoñación.


Notas relacionadas
Un ex operador de cine espera que alguien salve las salas
Diario La Capital todos los derechos reservados