Susana Merlo
En el actual contexto, el instinto empresario (y de supervivencia) del campo está marcando cierto retorno a la ganadería vacuna y también ovina, y dentro de la primera, a los esquemas más pastoriles, o menos intensivos, que se utilizaban hasta la década de los 80. Claro, existe el problema para aquellos que en la década pasada se inclinaron fuertemente a la agricultura, y que ahora no cuentan con suficiente capital como para reinstalar el esquema productivo que requiere la hacienda (alambrados, pasturas, instalaciones, etc.). A pesar de esto, la cuenta que se hace es bastante simple y lógica. Hoy el kilo vivo apenas ronda los 40 centavos de dólar, mientras que prácticamente cualquier negocio de exportación supera holgadamente los 1.200 dólares la tonelada. Esto significa que, ni bien se recuperen algunos mercados (superadas las restricciones impuestas por problemas sanitarios), un porcentaje importante del volumen de carne producido irá a ese destino y a valores que, prácticamente, pueden duplicar los actuales, incluso, dejando de lado en el promedio a la cuota Hilton que se ubica en un nivel muy diferencial. Así, aunque es evidente que no todo el producto va a ser exportado, la mayor participación de los negocios externos va a "tirar" para arriba el mercado, permitiendo una recuperación significativa de valores que los lleven bien por encima de los 85-88 puntos del índice base 100, en el que se encuentran en la actualidad (aunque no se llegue a los 110-120, con un novillo de más de 1 dólar el kilo vivo, como en el 98). Si a esto se suma el comparativamente menor riesgo de la ganadería frente a la agricultura (climático, por ejemplo), y el hecho para nada menor de que la hacienda se transformó -más que nunca- en el valor más líquido que puede tener hoy un productor ante la incertidumbre que rodea al sistema financiero y bancario, entonces, es claro el por qué de la retención que están ejerciendo los que pueden. Naturalmente no todas son rosas. También existen temores y uno de los más generalizados, también en este caso, pasa por las retenciones que, hasta ahora, para la carne, siguen en el 5% contra el 20% de la mayoría de los granos. Sin embargo, si se abren los mercados externos y los precios de la hacienda se consolidan arrastrados por los niveles internacionales, obviamente las cotizaciones internas van a tender a subir. Y, ¿qué puede pasar políticamente si los consumidores deben pagar 20%, 30% o más el kilo de carne? ¿Los funcionarios aceptarán esto y las consecuentes presiones, como una de las formas lógicas de recuperar la ganadería vacuna o intentarían bajar los precios vía incrementarle las retenciones, como algunos ya están amenazando con la harina de trigo?.
| El temor a los bancos lleva a invertir en hacienda. | | Ampliar Foto | | |
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