La migración interna no se detiene. Todos los meses, entre 30 y 40 personas llegan a Rosario desde Chaco intentando escapar de un destino de hambre y miseria. En lo que va del año, los nuevos habitantes coparon toda una amplia franja de terreno que se extiende paralelo a la avenida Sorrento, a pocos metros del arroyo Ludueña. Allí, en el corazón del barrio Empalme Graneros, los humildes ranchitos proliferan a diario. "Donde hay un lugar vacío enseguida se instala alguien. Esto se va engrosando y no creo que se detenga", admitió el titular de la zona VIII de Salud, Lelio Mangiaterra. En tanto, la secretaria de Promoción Comunitaria provincial, Adriana Cavuto, calificó a la situación de "preocupante" y remarcó que "las demandas de asistencia social son cada vez mayores".
Algunos llegan en tren, otros en ómnibus y hay quienes aseguraron haber sido traídos por la camioneta oficial de la comuna de Timbúes, una localidad ubicada a 30 kilómetros de Rosario. A todos los empuja un común denominador: pobreza.
"Todo esto era un área verde y desde noviembre del año pasado se empezó a poblar", recordó la hermana María Jordán mientras señalaba el sector del barrio Empalme Graneros que limita con la avenida Sorrento.
A metros del arroyo Ludueña, en lo que hasta fines del año pasado fue un amplio terreno de pastizales libres, hoy se apiña un centenar de ranchitos. Muy pocos son de material, están construidos en su mayoría con cartones y chapa, tienen el piso de tierra y albergan en promedio unas siete personas cada uno.
A la hermana Jordán se le hace difícil precisar cuántos nuevos habitantes llegaron al barrio en los últimos meses. Mientras recuerda que durante esta última semana "en sólo dos días llegaron cuatro familias", uno de sus colaboradores asegura que cada mes son "cerca de 30 o 40" las personas que desembarcan en Empalme Graneros. Así, el sector del barrio al que llegan los nuevos habitantes pasó de tener dos manzanas en 1996 a más de una veintena en la actualidad.
Jordán estima que hoy viven "unas 6 mil personas". La mayoría pertenece a la comunidad toba, aunque en los últimos meses también llegaron habitantes del norte de Santa Fe.
Para Lelio Mangiaterra, "la llegada de gente es continua. Donde hay un lugar de terreno vacío, enseguida se instala alguien. Esto se va engrosando y no creo que se detenga", opinó.
De Timbúes a Rosario
Llegar a Rosario desde Chaco suele transformarse en un viaje duro y penoso. Margarita y Daniel Lescano arribaron a Empalme Graneros hace sólo tres días junto a sus seis hijos. El periplo se inició en Roque Sáenz Peña (Chaco). "Vinimos en un tren carguero hasta Santa Fe junto con otras seis familias. Nos bajaron en la estación y la policía nos echó", recordó Margarita.
La familia Lescano pasó toda la noche en la calle y a la mañana siguiente abordó nuevamente el tren que terminó su viaje en Timbúes, a 30 kilómetros de Rosario. Según su relato, los funcionarios de esa comuna se encargaron de que continuaran viaje hasta esta ciudad. "Nos subieron a una camioneta de la comuna y nos bajaron acá en el puente Sorrento", aseguró Daniel.
Esta versión no suena descabellada. En 1997, la por entonces secretaria comunal de Timbúes, Griselda de Morello, había admitido ante La Capital que esa localidad se encargaba de que las familias chaqueñas no se quedaran allí y siguieran viaje hasta Rosario. "Para nuestra comunidad, que atraviesa dificultades económicas, es un gasto adicional que no está previsto en el presupuesto", indicó por entonces y agregó: "Si son muchos, alquilamos un camión". Cinco años después, la historia parece volver a repetirse.
Para la secretaria de Promoción Comunitaria santafesina, el fenómeno de la migraciones internas "es preocupante. En general se viene dando desde hace un tiempo, los habitantes de las poblaciones chicas migran a las grandes urbes para conseguir dinero", explicó.
Si bien admitió que a raíz del constante arribo de gente a la ciudad "la demanda social es cada vez mayor", subrayó que "por el momento la situación está controlada".
Desde el municipio, en tanto, el secretario de Promoción Social, Miguel Zamarini, también remarcó los esfuerzos que se están haciendo en torno a la contención social, pero minimizó los efectos de la llegada de una nueva corriente migratoria interna. "No creo que esté llegando mucha gente, lo que sucede es que las familias que ya están instaladas, se agrandan", indicó.
Pero Empalme sigue creciendo, y con él crecen las angustias y penas de sus habitantes. El sol se empieza a ocultar y el frío golpea con fuerza sobre las chapas. El barrio duerme y sueña con un futuro mejor. Por ahora, el presente está lejos de ser feliz.