Una de cada 10 monedas de un peso que circulan por la ciudad es falsa. Así lo revelaron expertos de la Gendarmería Nacional, que por estos días libran una dura batalla contra lo que llaman "el flagelo" de las monedas truchas. El fenómeno se reproduce en todo el país, aunque los especialistas sostienen que Rosario tiene una considerable ventaja respecto a la mayoría de las grandes ciudades: como aquí los viajes en colectivo no se pueden cancelar en efectivo, los falsificadores encuentran una barrera en el terreno más propicio para introducirlas en el mercado y cambiarlas por las legítimas, el del transporte urbano.
Las monedas truchas circulan como si fueran genuinas. Muchas veces la gente advierte que son falsas pero aún así las recibe y las pasa. Según Ricardo Chiesa, jefe de la Policía Científica de la Gendarmería Nacional con asiento en Rosario, el 10 por ciento de las que hoy van de mano en mano entre los rosarinos son apócrifas y hay otros sitios del país donde el problema es incluso más grave.
Chiesa dijo a La Capital que la falsificación de estas monedas fue un "formidable negocio" mientras la paridad con el dólar era 1 a 1. Y aún hoy, cuando la devaluación dividió por cuatro su valor, las organizaciones que se dedican a esta actividad, y que en algunos casos operan desde Brasil y Paraguay, siguen obteniendo buenas ganancias.
"Esto es un flagelo que sólo se combate con el compromiso de todos para ponerle un freno a la circulación de monedas truchas", aseguró el perito. De hecho, la jefatura de la Región II de la Gendarmería Nacional reunió el martes pasado en Rosario a distintos operadores del sistema financiero, bancario y comercial para explicar los alcances de este fenómeno y dar instrucciones para reconocer una moneda trucha y poder sacarla así de circulación.
La identificación de las monedas apócrifas no es sencilla porque algunas falsificaciones son muy buenas y porque los detalles que distinguen a las auténticas son minúsculos. Además, hay otro problema: las auténticas no son todas iguales ya que fueron acuñadas en Corea, Inglaterra y Francia, y por lo tanto tienen características diferentes. El laurel de la coreana, por ejemplo, tiene 15 hojas. Y el de la inglesa tiene 19. Esto aumenta la confusión y obliga a estar mucho más alertas para poder distinguir las falsas, que en algunos casos imitan con mucha precisión los detalles aún más insignificantes de las genuinas.
Un imán a mano
Los métodos más seguros de detección son a la vez los más incómodos. Una lupa, un químico especial o una balanza de precisión permiten identificar a las buenas y las malas monedas casi en el acto (las truchas, por ejemplo, pesan un gramo más que las otras). Pero como no es posible andar por la vida con estos elementos, lo más seguro es tener a mano un imán. Entonces sí la tarea será sencilla, ya que las monedas truchas se adhieren inmediatamente, cosa que no pasa con las auténticas.
A simple vista todo se hace más difícil. Un rasgo que distingue a las buenas monedas es la línea de puntos (perlado) que rodea al escudo y el sol. Según los peritos de Gendarmería, los falsificadores todavía no pudieron imitar estos puntos, que en las truchas son más chicos, están más separados y nunca completan el círculo. En muchos casos este detalle en la figura de la moneda es reemplazado por una línea, algo que permite descubrir la falsificación sólo con mirar la moneda. Pero no hay mucho más.
Los expertos recomiendan no guiarse por los detalles del sol y el escudo, un mito muy instalado entre la gente, ya que no son parámetros seguros. Eso sí: aunque las nuevas son más brillantes, las monedas falsas se despintan con el uso y este sí es un detalle a tener en cuenta para no caer en la trampa.