Alejandro Cachari / La Capital
Es probable que el exitismo desvirtúe la mayoría de los análisis sesudos que corresponden ante cada caso, fundamentalmente cuando se habla de deporte. La tendencia, cuando los resultados empiezan a ser buenos y el espectador, el simpatizante y hasta el periodista, se acostumbran a ello, es aparecer fuera de contexto en cualquier consideración. Por eso, es probable que se peque de injusto si se sostiene que Gaudio exhibió lo peor de sí ayer, cuando se transformó en el gran hacedor de la derrota ante el español Ferrero, a quien había vencido cuatro de las cinco veces que se habían enfrentado. El Gato es responsable. Porque él, con su juego y técnica impecables, mostró hasta donde puede dar. En síntesis, Gaudio se encargó de meterse en camisa de once varas cuando le demostró a quien quisiera comprobarlo, que su tenis no tiene techo. Entonces pierde trascendencia el acceso a los octavos de Roland Garros. Un hecho valiosísimo si se recorre el historial de los argentinos. La displicencia con la que encaró el choque de ayer llamó la atención y generó cierto fastidio porque nadie duda de sus condiciones y posibilidades. Y si bien es el único perjudicado por la caída, debe bancar el lastre que genera en cualquier amante del deporte el apropiamiento de las bondades y miserias de los deportistas. Gaudio dilapidó una extraordinaria chance de estar entre los ocho mejores -lugar que le corresponde, sin dudas- porque se desentendió de lo que tenía que hacer y se dedicó a jugar un tenis de entrecasa al que le faltó la cuota de profesionalismo y concentración mínimos imprescindibles para tamaña puesta en escena. El fastidio se incrementa cuando se comprueba que recién en el quinto set, Ferrero pudo alzar los brazos y festejar su continuidad en Roland Garros. Ni hablar, si se quiere asumir el papel de abogado del diablo, o del demonio en este caso, y se comparan sus actitudes y aptitudes con las de Cañas, que llegó a los cuartos justamente por mostrar todos los atributos que Gastón dejó colgados en el perchero de los vestuarios del estadio Suzanne Lenglen. Peor le iría, si la odiosa ceremonia de la comparación hiciera un paralero entre las capacidades de Gaudio y Paola Suárez, a un paso de ser semifinalista por primera vez en su carrera. Con el argumento del exitismo se le puede bajar el tenor a cualquier apunte en contra de Gaudio. Lo cierto es que nadie mejor que él para saber qué se siente cuando se pierde sin luchar. Entre las prioridades de Gaudio está ser uno de los mejores. Pues no sólo hay que parecerlo de a ratitos; más bien hay que demostrarlo en los momentos más difíciles.
| |