| | Editorial La conducta de los políticos
| El incidente del que fue involuntario protagonista uno de los hijos del ex presidente Fernando de la Rúa, que recibió una cachetada el viernes por la noche de parte de una jubilada enfurecida en momentos en que dialogaba con los medios de prensa, fortaleció la certeza de que los momentos actuales son en extremo delicados para la dirigencia política, que deberá reafirmar al máximo su noción de responsabilidad si es que pretende sacar al país de la grave crisis que hace tiempo lo acosa. Tiempo atrás en esta misma columna se afirmaba que los llamados "escraches" de los cuales son víctimas notorios personajes públicos no constituyen una metodología aconsejable en el marco del sistema democrático, que garantiza las libertades. Más allá -se decía entonces- de cualquier justificación que se esgrima, se trata de actos de violencia. Y el país tiene y tendrá clara conciencia, en la medida que conserve la memoria histórica, de las funestas consecuencias de la aplicación de tales recetas a la hora de hacer política. Sin embargo, la inédita situación que se vive obliga a implementar parámetros de excepcionalidad cuando se entra en el territorio del análisis. Sucede que la mezcla de inflación, recesión, desempleo y confiscación de los depósitos bancarios es un coctel auténticamente explosivo, y sólo cabe asombrarse del nivel de tolerancia popular ante las profundas dificultades que la Nación padece. Pero la indignación está a flor de piel: el hijo menor del ex presidente la sufrió en carne propia. Es cuestionable, por cierto, y hasta repudiable, aunque difícilmente pueda sostenerse que resulta incomprensible. Por tal motivo, aquellos que cumplen tareas legislativas y ejecutivas en la actualidad deben preocuparse no sólo por los contenidos, sino -más que nunca- por las formas. Se observará con razón que así tiene que ser, siempre. Y habría que contestar: desde luego. Pero se sabe bien que entre el deber y la realidad existió una enorme distancia en la Argentina. Acortar esa brecha, hasta superarla de manera definitiva, es la misión que les corresponde a las futuras generaciones de dirigentes políticos. Y la tarea del país, justamente, es producirlas.
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