Cuando Omar Gerardo Vicente vio que su hija de 16 años había sido sacada de la cama a los empujones por un hombre que la amenazaba con un arma en la cabeza, no dudó. Rápidamente les dijo a los ladrones dónde estaban los 16 mil pesos de recaudación de la distribuidora de bebidas que representa en la zona sur de la provincia. Con el botín en su poder, los delincuentes maniataron a sus víctimas y huyeron llevándose con ellos la llave de la vivienda. Hasta anoche, los investigadores no habían obtenido pistas que les permitieran dar con los ladrones: Vicente no pudo reconocerlos en los álbumes fotográficos y tampoco sospecha de nadie. Sólo dio un dato: uno de los ladrones vestía ropa similar a la utilizada por los carteros del Correo Argentino, una modalidad que bajo diferentes uniformes ya se ha hecho habitual en la ciudad (ver aparte).
El episodio ocurrió poco después de las 8.30 del último sábado en una señorial casona de Moreno casi Brown. Allí vive Vicente junto a su familia y en un entrepiso de la casa tiene montada una oficina desde donde administra la distribuidora de bebidas Carmet SA y Viñas del Campo. Al momento del atraco se encontraba en su pequeño despacho, mientras que su hija Gisela, de 16 años, dormía en una de las habitaciones del primer piso.
De acuerdo a lo denunciado por el empresario en la seccional 3ª, un hombre vestido con las prendas del Correo Argentino tocó el portero eléctrico de su casa la mañana del sábado y anunció que traía una encomienda. Acostumbrado al movimiento comercial, el hombre se asomó a la puerta y el visitante, "un poco nervioso", le extendió un papel en el cual debía firmar la recepción del paquete. Cuando lo iba a hacer, el falso cartero desnudó sus intenciones y extrajo un arma de fuego con la cual lo amenazó y obligó a entrar a la vivienda. Tras ellos ingresó un cómplice que habría estado escondido en la esquina esperando el momento propicio para sumarse al hecho y que a los gritos le pidió la entrega del dinero de la distribuidora.
Vicente no se opuso al golpe ni resistió la acción de los asaltantes. Solamente les suplicó que no lo atacaran porque en uno de los dormitorios del primer piso se hallaba durmiendo su hija. Eso pareció modificar la acción de los asaltantes y entonces, mientras uno de ellos condujo al distribuidor a la oficina del entrepiso, su cómplice fue en busca de la menor a la que bajó a los empujones y con un arma apuntándole a la cabeza.
Datos personales
En ese momento se produjo un hecho que tanto para las víctimas como para la policía se ha convertido en un hilo conductor de la investigación. Uno de los ladrones le exigió a Vicente que se arrojara al piso, pero su cómplice rápidamente lo contradijo: "Mejor sentate en esa silla porque estás operado de la columna", le dijo el hombre que demostró conocer detalles de la vida privada de su víctima.
Con padre e hija reducidos en la oficina y maniatados a sillas, los delincuentes revolvieron todos y cada uno de los rincones de la habitación hasta dar con el botín: 16 mil pesos entre efectivo, Lecops y Patacones, producto del trabajo de Vicente en la distribuidora. Tras ello, los asaltantes les pidieron que no se movieran por un largo rato y emprendieron la fuga llevándose la llave de acceso a la casa.
Dos horas más tarde, Vicente hizo la denuncia en la seccional 3ª, ubicada a tres cuadras de su casa y allí dijo que no sospecha de nadie en particular. Puesto a ver los álbumes de fotos que hacen al archivo de la seccional, el empresario tampoco pudo identificar a los ladrones, de quienes solo dijo que eran de tez morocha y 1,65 metro de altura aproximadamente.