"Estamos en un mal momento pero en un buen lugar". El presidente de John Deere Argentina, Miguel Di Stéfano, explicó así el escenario que le plantea la devaluación a la empresa con planta en Granadero Baigorria: por un lado ganó competitividad dentro del grupo a nivel internacional y, por otro, se enfrenta a un mercado interno que se achicó a la mitad respecto del año anterior. John Deere es la única empresa de maquinaria agrícola que produce con un esquema similar al de la industria automotriz, es decir en forma integrada con Brasil. Todos los años salen de Granadero Baigorria 6 mil motores, que abastecen a la fábrica del grupo en el país vecino. De allí, vienen las cosechadoras terminadas para la venta. Además vende tractores y sembradoras importadas, y un modelo de sembradora fabricado en el país. Hace dos semanas, el CEO mundial de John Deere llegó a Brasil para participar del lanzamiento de un nuevo modelo de cosechadora. Allí, un periodista brasileño le preguntó si tenía decidido el traslado de la producción de motores desde Argentina a ese país. La respuesta fue: "No, y menos ahora que la devaluación nos da una competitividad muy fuerte". La noticia repercutió fuerte a nivel local y Di Stéfano, que estuvo presente en esa conferencia, se vio obligado a aclarar que "en rigor la continuidad de las inversiones en Argentina nunca estuvo en duda, más allá de que en la compañía nivel global se hacen evaluaciones permanentes sobre costos en todas las plantas que operan en el mundo". Sí admitió que "esta ratificación que no necesitábamos es una muestra de que desde Estados Unidos ven que el sector más dinámico de la Argentina es el campo y que nosotros le vendemos al campo, con lo cual estamos en un mal momento pero en un buen lugar, aclarando que esta es una visión de largo plazo". Es que, por un lado, la fábrica de Granadero Baigorria ganó competitividad dentro de las operaciones globales del mayor fabricante de maquinaria del mundo. Esta posición se había complicado luego de la devaluación del real en el 99. "Nuestros costos quedaron muy altos respecto de las fábricas de motores que el grupo tiene en México y Francia, que además tienen mayor escala", explicó D Stéfano, quien recordó que la empresa puso en marcha en ese momento un plan de reducción de costos que lo situó "en competencia, aunque en el marco de una pelea desigual por el tipo de cambio". Esta situación ahora se dio vuelta y, si bien la posibilidad de expansión de la fábrica en Argentina está atada a la estrategia que se decide en Estados Unidos, por lo pronto está dispuesta a explorar nuevos nichos de mercado en Brasil. "No descartamos para nada que si aumenta la población de nuestros motores en ese país se nos abran negocios en otros terrenos como el de los motores fijos para usos estacionarios", señaló. Pero esta mayor competitividad se ve licuada en el mercado interno por el colapso generalizado de la economía. Este año se venderán, entre todas las marcas, unas 300 cosechadoras, la mitad que el año pasado. Además, se prevé una caída de la producción agropecuaria por el menor nivel de inversión tecnológica, con lo cual la recuperación recién se estaría viendo para el 2004. La incertidumbre que mantiene paralizadas las decisiones de los agricultores y la falta de crédito hacen que el mercado no esté comprador. A esta dificultad se suman los costos de la pesificación asimétrica, que a John Deere le provocó un desfasaje de 14 millones de pesos. "Nosotros no tenemos una resolución 10 (la norma que dolarizó las deudas de productores con proveedores de insumos)", explicó Di Stéfano. En este marco, lo único que ven como positivo en la actualidad es que "los agricultores se encuentren con menor deuda y puedan volver a convertirse, ni bien avisoren una posibilidad, en inversores de herramientas de trabajo". De aguantar el chubasco, Di Stéfano entiende que hay fundamentos reales para avizorar una recuperación en el futuro mediato. "En Brasil el mercado de cosechadoras va a superar este año 4 mil máquinas contra 300 en Argentina, una relación que no se condice con la cosecha de uno y otro país ya que allá van a levantar 100 millones de toneladas y acá 70 millones". Confía en que en algún momento esta curva tiene que empezar a subir. "Se está cosechando con máquinas viejas, todo el stock de usado se vendió, hay una necesidad real que comenzará a pesar ni bien haya un panorama más tranquilo", señaló. Por lo pronto, el cambio de escenario obligó a redefinir estrategias. La empresa empezó a sustituir importaciones "de los componentes menos sofisticados" y está analizando "alternativas imaginativas" de financiamiento, supeditadas a la autorización cada vez más estricta de la casa central. Tampoco descuidan la reducción de costos. "Así como bajamos los precios de los motores que mandamos a Brasil, de allá nos bajaron las cosechadoras terminadas. Nos hubiera gustado quedarnos con ese margen pero el mercado no está comprador y nos obliga a transferir toda la baja, de modo de estar armados cuando la recuperación llegue". Alvaro Torriglia
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