Parte de esa misma movilización social (ciertamente la más politizada) a la que Carlos Reutemann aludió en su discurso, ejerció ayer con su presencia una presión que le impidió al gobernador salir caminando de la catedral.
El acto transcurrió sin ningún tipo de alteraciones en la plaza, con una formación militar y de escolares y la presencia de todas las autoridades provinciales. Una custodia policial nutrida (cerca de 300 efectivos) mantuvo los alrededores vacíos de público, evitando que alguien traspasara las vallas con las que se cerró el acceso al paseo en cien metros a la redonda.
Después del acto, la autoridades se dirigieron a la catedral metropolitana para participar del tradicional Tedéum. En ese momento, manifestantes de diversas entidades que se encontraban a una cuadra de distancia derribaron las vallas y ganaron, en medio de algunas corridas, primero el frente de la iglesia y luego la plaza.
Tras la palabra del gobernador, las autoridades se dirigieron a la catedral. En ese momento, los policías se vieron desbordados. Cumpliendo la orden de no reprimir, ninguno atinó a impedir el avance de unos 500 manifestantes, mayoritariamente de clase media (Madres de Plaza de Mayo, Hijos, la Federación Universitaria del Litoral, Apyme, ahorristas afectados por el corralito, deudores de créditos hipotecarios y empleados de los bancos Suquía, Bersa y Bisel), además de asambleas barriales, piqueteros, agrupaciones políticas de izquierda y sectores de la UCR y el ARI.
El gremio policial
Los manifestantes entonaron sus consignas contra la situación socioeconómica y la clase política y agitaron pancartas con idénticos eslóganes, manteniéndose en todo momento en orden. Hasta el gremio que agrupa a familiares de policías se hizo presente con un enorme cartel y sus miembros se instalaron frente a la doble fila de uniformados que rodeó a la catedral.
También se cantó el Himno Nacional, se leyó un documento que propicia puntos alternativos a los firmados por los gobernadores del PJ con el presidente Eduardo Duhalde y se reclamó el mejoramiento de las condiciones de la población, denunciándose casos de desnutrición y desempleo.
No obstante, la presión de la protesta obligó a las autoridades a abandonar la catedral en auto y por una puerta lateral. Sólo el ministro de Salud, Carlos Parola, salió por el atrio, y aunque fue abucheado y salivado por pocos militantes, sorteó con calma los cien metros que caminó hasta la Casa Gis. "Yo salí y di la cara", replicó el funcionario.
En la catedral, monseñor Edgardo Gabriel Storni enfatizó: "Debemos reconocer nuestros límites e impotencias. Más aún, nuestras culpas y negligencias. No para quejarnos, menos para acusarnos mutuamente. Todos hemos pecado. Unos más, otros menos; unos obrando, otros omitiendo". También criticó al capitalismo, al que acusó de "perverso e insolente".
Frente al templo, Mario Galizzi, dirigente de Apyme, exigió que el gobernador "hable con el pueblo para que vea que la realidad no es la que le pintan".