Villa Gobernador Gálvez. - En el terraplén de Alto Verde, un barrio humilde y populoso de esta ciudad que acusó el impacto de la desocupación de los gremios metalúrgicos y de la carne, un asentamiento precario le ganó terreno a las canchas de fútbol que durante años fueron el lugar convocante para la distracción de la muchachada en los fines de semana. "Dicen que hay gente de Rosario que vino a asentarse acá", explicó una vecina a La Capital. La forzada urbanización también duplicó la demanda en el comedor del centro de desarrollo infantil El Triángulo, que pertenece a la Municipalidad.
"Antes eran canchas de fútbol, pero desde el año pasado comenzó a formarse este asentamiento", dijo Susana, señalando el terraplén que ahora exhibe un conjunto de viviendas precarias y la evidente humildad de su gente. Es un dato más de la crisis que agobia a la ciudad. Otro síntoma acuciante es la demanda creciente de raciones en los comedores comunitarios.
Antes se preparaban dos ollas de comida y hoy cinco, desde las 11 hasta las 13.30 se trabaja sin parar entregando comida", siguió relatando Susana sin dejar de pasar por alto el rol social y de contención que cumple el comedor. Unos 400 niños circulan diariamente en busca del almuerzo que, no pocas veces, constituye la única comida del día.
"Si se encuestara a diez familias para saber si tienen trabajo, la mayoría le dice que no, y si no fuera porque trabajan en un plan municipal o provincial no tendrían fuente de ingresos", enfatizó una colaboradora del comedor. Además de planes sociales y bolsones de alimentos, la gente reclamó por el costo de la energía eléctrica.
La pesca y el trueque completan las opciones de quienes deben buscar recursos alternativos para sobrevivir al quedar afuera del sistema productivo. "A veces ni siquiera con el trueque se puede llevar un plato de comida a la mesa, pero de todos modos eso ayuda a contener", comentó un matrimonio con varios hijos. La pareja mostró una de las clásicas tarjetas de crédito que se utilizan en la modalidad del trueque. "Antes se usaban color amarillo, ahora son de color lila", explicaron.
Según el matrimonio, en el barrio conocido como Los Eucaliptus, "hay mucha necesidad, nosotros íbamos al Saladillo, traíamos pescado y lo vendíamos barato en el club del trueque, cuando nos sobraban se los dábamos a los que no tenían para comer".
Vapuleados por la miseria
El secretario de Gobierno municipal, Rodolfo Cavalieri, dijo que resulta muy difícil pilotear la crisis. "Atendemos a todos, pero damos y hacemos lo que podemos", explicó tras admitir que la demanda excede los recursos para atender las necesidades básicas. Consiguieron que desde Acción Comunitaria se aprobaran unas 4.500 raciones cuando la realidad requiere el doble.
Además del comedor del barrio El Triángulo, en Villa Gobernador Gálvez también funciona el centro Misión de Amor. Entre ambas instituciones se asiste diariamente a unos 1.200 chicos, además de la copa de leche de los centros La Rivera y San Enrique, para unos dos mil niños. "Las necesidades son siempre mayores pero tratamos de resolverlas", comentó Cavalieri.
Además, el funcionario adelantó que se está concluyendo un censo para determinar la cantidad exacta de quienes necesitan ayuda alimentaria, pero las proyecciones son preocupantes. "Hay unas 8.500 personas en esa situación", dijo Cavalieri. La ayuda también incluye planes Trabajar por cien pesos, cuya distribución se quiere sistematizar.
A la hora de contar los recursos, la realidad también se muestra esquiva. Sólo un 25 por ciento tributa los impuestos locales. "Eso recorta nuestras posibilidades para ayuda alimentaria, nosotros tenemos que contar las monedas, y los números no cierran, a pesar de que se hizo un trabajo muy prolijo en la administración", reseñó. A modo de ejemplo citó que hace diez años se pagan los sueldos en forma puntual, una planta permanente reducida, y con contratos de servicios a término acotados, explicó.
"En la reciente inscripción para el programa Jefes de Hogar se anotaron unas 11.500 personas, pero la cifra no refleja la realidad", consideró Cavalieri. "Acá tenemos una desocupación arriba del 30 por ciento, pero hay una banda de clase media que no se anota en los planes porque les da verguenza, y también los jóvenes que los padres todavía pueden mantener y la franja de gente mayor de 60 años que no calificaron para el programa", describió.