Omar Bravo / La Capital
Mientras dialogaba con La Capital, al funcionario estrechamente ligado al gobernador pampeano Rubén Marín se le deslizó el término "desenlace", cuando se refería a la cumbre entre el presidente Eduardo Duhalde y los gobernadores que se llevará a cabo el lunes en La Pampa. Advertido de su lapsus, quiso corregirlo definiendo el encuentro como "el segundo tiempo" de la jornada de Olivos donde surgieron los 14 puntos. En una lucha desigual con su inconsciente, el funcionario no sólo no corrigió sino que confirmó su primer fallido: el segundo tiempo es el último. Los propios ministros Alfredo Atanasof y Jorge Matzkin no paraban de desmentir ayer a la mañana que el encuentro pampeano no será un segundo Chapadmalal, en referencia a la reunión que terminó con el gobierno de su antecesor, Adolfo Rodríguez Saá. Otra buena dosis de desmentidas por el estilo a cargo de otros funcionarios tuvieron el efecto de una confirmación. Dirigentes peronistas consultados ayer coincidían en que aun si el encuentro pampeano arrojara las más contundentes señales de apoyo a la gestión de Duhalde, la coalición gobernante evidencia una tremenda fatiga de material por todos sus flancos como para hacer frente a la brutal crisis económico-social. Hasta el jueves, se esperaba que en Santa Rosa los gobernadores recriminaran a Duhalde por su falta de control sobre la coalición legislativa, mientras que el presidente reclamaría a los jefes provinciales por la firma de los acuerdos que ellos mismos escribieron en Olivos. De allí se irían desplazando hacia zonas de acuerdos posibles. Pero después de la votación perdida en Diputados en la madrugada de ayer, la agenda quedó (como el ánimo general) maltrecha. Tal como ocurrió hace quince días en el Senado, varios peronistas se mostraron remisos a acompañar las directivas oficiales e incluso a cumplir con acuerdos previos dentro del bloque o en la comisión de Labor Parlamentaria. Ya no son sólo los diputados menemistas quienes se desmarcan del duhaldismo y los socios radicales parecen haber iniciado un largo adiós a la alianza que consagró a Duhalde presidente. Ayer a la mañana en el Congreso circulaban versiones acerca de un pacto incumplido por los hombres de la UCR, quienes habrían comprometido con la bancada del PJ el ausentismo de unos quince legisladores para que a la hora de la votación el proyecto oficialista ganara la votación. Mentes conspirativas explicaban el misterioso presentismo radical con un dato de la realidad. Antes de la sesión, el catamarqueño Pernasetti y el rionegrino Maestro habían estado en la Casa de Gobierno. Ayer por la tarde el único que parecía con ánimo era el ministro de Economía Roberto Lavagna, quien le entregó a Duhalde su plan para salir del corralito y hasta se ofreció a viajar a La Pampa a someterlo al plenario de gobernadores. Mientras tanto, las agencias de noticias distribuían las disímiles declaraciones del salteño Juan Carlos Romero y del bonaerense Felipe Solá, respecto de sus expectativas sobre la cumbre pampeana. Elecciones adelantadas o no, no parece sino un nuevo capítulo de la interminable huida del peronismo de su primer debe: la normalización partidaria, en la que, aunque no aparezca un líder, al menos alumbre un jefe.
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