Año CXXXV
 Nº 49.486
Rosario,
miércoles  22 de
mayo de 2002
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cartas
Leticia Cossettini cumplió 98 años

Querida y admirada Leticia: Me alegra saberla bien, en pleno goce de la vida y en pleno ejercicio de su tarea de enseñanza. Sí, porque usted continúa enseñándonos, aunque hace ya tiempo que no luce el guardapolvo blanco ni recorre las aulas. Las palabras que se dicen son muchas veces mensajes cargados de esperanza, y su afirmación de que elaborar proyectos es deslumbrante pero sostenerlos es heroico; es un mensaje de esperanza en medio de una situación social que puede llevar a muchos al escepticismo y el desaliento. Permítame transmitirle un pensamiento: nos toca vivir una época cruel y descarnada, en la que la codicia de los poderosos parece ilimitada, pues la ambición de hegemonía del Imperio no repara en propulsar guerras, en alentar odios en todo el orbe. Tiempos en los que unos pocos exhiben con desparpajo sus riquezas, hacen de la frivolidad y la corrupción su divisa y se pretenden impunes. Tiempos en los que asistimos al desolador paisaje de niños con hambre en un país con cosechas récord de cereales. Niños a los que les arrebatan el presente y les roban el futuro. En síntesis, una época de violencia simbólica hecha sistema, de pobreza planificada. Paulo Freire dijo alguna vez que: "La educación es un acto de amor, de coraje. Es una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad, a la que no teme. Más bien que busca transformarla, por solidaridad, por espíritu fraternal". Usted, Leticia Cossettini, con sus jóvenes noventa y ocho años, con su bello espíritu intacto para el asombro, nos alienta a seguir construyendo espacios de libertad creadora desde la educación popular. Usted, tal como planteaba Confucio, en lugar de maldecir en la oscuridad nos incita a encender una luz de esperanza. Usted, con su lucidez habitual, señala la paradoja de la incomunicación, en una época en que los recursos tecnológicos deberían potenciar el diálogo, el intercambio de ideas, la tolerancia y el libre debate. Su vida ha transcurrido a lo largo de casi un siglo en el cual la técnica y la ciencia mejoraron la vida de la especie humana en muchos aspectos, pero a la vez también en esta centuria se depredó el planeta y se produjeron guerras y matanzas abominables. Usted, sin dudas, ha aportado y aporta a hacer más fraterna la convivencia entre los seres humanos. Usted ha contribuido a despertar en los niños la inquietud de aprender y descubrir el mundo. Su maravillosa actitud de vida nos alienta a continuar adelante aun en la adversidad. Le envío estas líneas y un afectuoso saludo.
Carlos Antonio Solero


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