Año CXXXV
 Nº 49.486
Rosario,
miércoles  22 de
mayo de 2002
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Editorial
Cuando la devaluación ayuda

La profunda crisis económica que asuela a la Argentina precipitó la decisión de devaluar el peso frente a la moneda norteamericana y bien saben los ciudadanos que los efectos iniciales de la drástica medida distan de haber sido benéficos. Es que la disparada del dólar se convirtió en el dedo que apretaba el gatillo de la inflación, que es pagada dolorosamente por los sectores de ingresos fijos y, sobre todo, por los más humildes, cuyos padeceres se ven acentuados hasta un grado difícilmente soportable. Sin embargo, en ese marco tan duro existen sectores que se ven favorecidos. Uno de ellos está aquí a la vuelta: se trata de los fabricantes rosarinos de partes para bicicletas, cuyo sector ha crecido de modo impensado en estos últimos meses, a tal punto que ya son treinta las pequeñas industrias que han reabierto y trescientos los trabajadores que han recuperado sus antiguos empleos.
No es necesario recurrir a la clarividencia para comprender que este oasis se relaciona con el desierto que lo rodea. Es que la cantidad de bicicletas que circulan por la ciudad se ha duplicado, consecuencia directa de la falta generalizada de dinero que convierte a los pequeños vehículos en la mejor solución para enfrentar la emergencia. De todos modos, la salida de la convertibilidad es la indudable partera de la criatura. Sucede que tras diez años de importaciones masivas la industria rosarina de bicipartes se había extinguido y ahora, devaluación de por medio, los restos de un pasado de gloria han comenzado a reagruparse, con lentitud y superando numerosos obstáculos.
Los dichos -publicados en La Capital del pasado domingo- de un empresario que evocaba los lejanos años setenta, cuando llegó a dar trabajo a 170 empleados que fabricaban frenos, palancas y engranajes hasta que la importación de bicicletas a precios irrisorios desde Chile y China convirtió la continuidad del negocio en una utopía, se erigieron en el mejor testimonio de los beneficios que acarrea un modelo económico que haga eje en la producción. Esos beneficios, sin embargo, fueron olvidados durante una larga década por un país que eligió otros rumbos y ahora busca, penosamente, reencontrarse con su identidad perdida.


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