| | Editorial Mejoras en el aeropuerto
| En una situación tan difícil como la presente, cuando la profunda crisis económica paraliza casi todas las actividades, no resulta sencillo motorizar y concretar iniciativas desde la órbita del Estado. Ocurre que la caída de la recaudación impositiva resulta notoria y en ese marco de pronunciada escasez de fondos, al que se suma la incertidumbre política, cualquier obra planeada acarreará la necesidad de remontar una pronunciada cuesta arriba. Por esa razón, la reciente inauguración de un nuevo sistema de aterrizaje en el Aeropuerto de Rosario merece ser rescatada como uno de los escasos sucesos que permiten sostener el optimismo, incluso en medio de la profunda crisis imperante. No es novedad, y del tema se ha ocupado La Capital en reiteradas oportunidades, que el nivel de prestaciones, la seguridad y la infraestructura del Aeropuerto Internacional de Fisherton no se comparecen con la importancia y las dimensiones de una ciudad como Rosario. En tal sentido, la acción de las últimas administraciones provinciales ha buscado subsanar problemas de antigua data y deficiencias que ya no admitían continuidad. En esa dirección se orienta la instalación del equipo llamado ILS (instrumental landing system), que permite el descenso de las aeronaves cuando las condiciones climáticas son adversas. Y como la aeroestación se encuentra situada en una zona poco adecuada -es baja y húmeda- el ILS se convierte en un instrumental cuyo aporte resulta imprescindible para mantenerla operable. El trabajo que resta concretar, tal cual lo admitió el propio gobernador Carlos Alberto Reutemann, es concluir con las obras edilicias del aeropuerto. No será tarea sencilla, mucho más en el contexto de imprevisibilidad que marca a fuego el presente de la Argentina. Pero ese es el objetivo. Y aunque cumplirlo será un desafío que demandará mucho más que voluntad por parte de quienes la asuman, sin ella nada sería posible.
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