Gustavo Yarroch / La Capital
Había que derrochar optimismo para pensar que Argentino le podía ganar a Italiano. ¿Acaso había algún argumento sólido capaz de sostener esa posibilidad? Los salaítos venían de mal en peor y se encontraban con un rival con pretensiones de ascenso que llegaba con el antecedente de una goleada 4 a 0 a Brown en Adrogué. Era grande el respeto que inspiraba Italiano. Pero los tanos jugaron el que para sus ayer enardecidos hinchas fue el peor partido del equipo en el campeonato y Argentino golpeó en tres de las cuatro veces que llegó al arco adversario. Otro duro revés para la lógica. Fue un 3 a 0 impensado y exagerado: un gol menos hubiera sido más equitativo con los merecimientos de unos y otros. Argentino todavía no está a salvo del descenso, pero el triunfo le representa un gran alivio, especialmente porque Atlanta volvió a empatar y todo parece indicar que en las tres fechas que faltan se sacará chispas con Deportivo Merlo. Pero este torneo es tan particular que también les permite a los salaítos volver a pensar en grande, en la chance de intentar la heroica en el Reducido por el único ascenso a la B Nacional. Argentino se está clasificando para el decagonal en el último lugar de la grilla y el martes, cuando Merlo y Flandria se pongan al día con su partido pendiente, tendrá novedades en los dos frentes. Sergio Barbieri paró una defensa con tres hombres, un mediocampo con dos volantes centrales y dos carrileros, un doble enganche y dos puntas. La intención precautoria quedó al desnudo más en la actitud que en el dibujo táctico. De entrada se vislumbró que su plan contemplaba una premisa básica y otra aleatoria: primero había que impedir que Italiano impusiera su circuito ofensivo, y después ver si se podía acertar en algún contragolpe. La apuesta le salió casi a la perfección. A los 13' Alonso manoteó con lo justo un tiro libre de Ojeda y De la Vega aprovechó para marcar la apertura. En desventaja, Italiano intensificó su búsqueda, pero en las escasas situaciones de riesgo que elaboró tuvo mala puntería o se topó con un seguro Del Vecchio. En el segundo tiempo, el local se transformó en una formación desordenada y sin alma, un híbrido que defendía mal y atacaba peor. Sobre los 19' Bagüí se encontró con un rebote afortunado que lo dejó cara a cara con el arquero y aumentó la ventaja con un toque sutil. Italiano ratificó que la suya era una tarde de perros cuando Del Vecchio le sacó increíblemente un cabezazo a Montenegro, a los 29'. El tercero llegó dos minutos después: Alonso bajó infantilmente a Akerman y Robisso trocó el penal por gol. Los plateístas locales se la agarraron con el padre de Alonso y volaron varias piñas. Después, Héctor Restaino presentó la renuncia y, cuando se iba de la cancha, le respondió con un gesto provocador a la barra brava de Italiano, que había ido a esperarlo a la calle. La policía y algunos de sus ahora ex dirigidos impidieron que se lo comieran crudo. Todo por culpa de la sagrada imprevisibilidad del fútbol, esa que posibilitó que Argentino se iluminara cuando pocos creían en él.
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