Carsten Wieland - Saud Abu Ramadan
Tel Aviv. - Los días de Yasser Arafat como presidente libre de la Autoridad Nacional Palestina podrían estar definitivamente contados. Apenas llevaba el líder palestino una semana en libertad y con posibilidad de actuar, cuando el premier israelí, Ariel Sharon, lo hizo responsable directo del atentado suicida del martes en Tel Aviv. Aunque la organización radical Hamas se atribuyó el ataque, y el propio Arafat condenó duramente el atentado, ha dejado de ser un secreto lo que esta última acción terrorista supondrá para el líder palestino. Los expertos consideran más probable que nunca que Sharon hará por fin realidad lo que tenía en mente desde hace mucho: desterrar a Arafat. Poco antes de su precipitada partida de Washington, Sharon emitió abiertamente una amenaza: "Todos los que creen que podrán ganar con el terrorismo, dejarán de existir". En la sede en Ramalá de Arafat, que el líder palestino apenas ha abandonado desde que el ejército israelí puso fin a su bloqueo, crece el nerviosismo. Delante de las puertas se han colocado sacos de arena, y los más próximos a Arafat esperan lo peor. Además, consideran cada vez más probable la entrada de tropas israelíes en la franja de Gaza, bastión de Hamas, una región que hasta el momento se había librado de la incursión israelí durante la recién finalizada operación Escudo Defensivo. Mientras Sharon califica sin descanso a Arafat como "el hombre detrás del terrorismo", los expertos de Gaza creen por el contrario que el líder palestino se encuentra entre la espada y la pared, entre Sharon por un lado y Hamas por el otro. "¿Por qué se produjo el atentado exactamente en el día en el que Sharon trataba de convencer al presidente George Bush en Washington de las conexiones terroristas de Arafat y no cuando las tropas israelíes derribaban casas en Jenín?", se preguntaban algunos palestinos. Hamas -en su momento el polo opuesto a la organización de Arafat, Al Fatah- está interesada, más que nunca, en debilitar a Arafat. Sus portavoces rechazaron contundentemente los compromisos propuestos para poner fin al bloqueo en Ramalá y para solucionar el conflicto en la iglesia de la Natividad de Belén, y acusaron a Arafat de traicionar la unidad palestina. A todo ello hay que añadir que las críticas a Arafat, dentro de sus propias filas, han dejado de producirse entre bambalinas y se manifiestan cada vez más abiertamente. Altos miembros de la ANP le instaron en los últimos días a efectuar reformas o incluso lo atacaron directamente. Esto resulta más que incómodo para Arafat, ya que su archienemigo Sharon reclamó lo mismo en Washington. El ex jefe negociador palestino Sayeb Erekat subrayó que no se trata sólo de recuperarse de la destrucción israelí, sino de los propios errores. Después de que Arafat rechazara sus propuestas de reformas, el ministro de Asuntos Parlamentarios, Nabil Amer, afirmó: "Todos sienten que un terremoto ha sacudido a la sociedad palestina. Así que las reformas tienen que ser conformes a lo que ha sucedido". Amer dimitió. El jefe de la seguridad en Gaza, Mohammed Dachlan, considerado uno de los potenciales sucesores de Arafat, reclamaba sobre todo una reunificación del dividido aparato de seguridad, dominado por clanes. En la última reunión de su gabinete, Arafat constituyó un equipo de alto nivel para que estudiara las propuestas de reformas. Pero la cúpula de Hamas en Gaza ha rechazado colaborar en la renovación de la ANP. Ante todo, hay que mostrar una "fuerte resistencia" ante Israel, dijo el líder de la organización Ismail Abu Shanab. La cuestión de si Arafat logrará, con sus comités de reforma y llamamientos contra el terrorismo, salir una vez más del apuro es en esta ocasión más que dudoso, sobre todo después de la renovada ira israelí tras el atentado en Tel Aviv. (DPA)
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