El gobierno nacional abrió ayer la puerta a un inminente aumento salarial. El presidente Eduardo Duhalde dio más que una señal: les solicitó a sus funcionarios que exploren las alternativas para convocar a una "gran paritaria nacional" con la finalidad de amortiguar la pérdida de poder adquisitivo que provocó la devaluación. En coincidencia con la cada vez más fuerte presión sindical (ver aparte), Duhalde adelantó ayer que "si el dólar no baja su cotización, para julio vamos a tener que estar, en convenciones colectivas o de cualquier otra manera, recomponiendo las posibilidades de ingreso de la gente". A pesar de su anuncio de recomposición salarial, señaló que este año será muy difícil dejar sin efecto el recorte del 13% que se le aplicó a los jubilados y estatales que ganan más de 800 pesos. Luego de admitir que "el drama mayor y más grave" no es el corralito financiero sino "el empobrecimiento acelerado de los sectores medios y la pauperización de los sectores humildes", Duhalde aceptó que habrá que "negociar" con las empresas prestadoras una recomposición de las tarifas, aunque les puso como techo las que se cobran en otros ámbito del Mercosur. A pesar del explosivo aumento de la canasta familiar, el presidente consideró que el incremento de precios de los últimos cuatro meses "objetivamente no es alto" en relación a "una devaluación del 220%" desde diciembre, aunque admitió que "genera un cuadro muy difícil para las familias de menores ingresos". El jefe del Estado no ahorró palabras para describir la profundidad de la crisis del país al señalar que "debemos a cada santo una vela", situación que hace que "estén todos tan enojados con la Argentina". "Les debemos a los de afuera, por eso están tan enojados, y a los de adentro, y por eso están también tan enojados, y la gente, naturalmente ¿a quién le apunta, con quién se enoja? Con el gobierno, con quien preside el país", subrayó. Luego admitió que por ello "yo tengo que tolerar esto, aguantar esta situación crítica", y recordó que al asumir había dicho que "el poco o mucho prestigio que tenía en ese momento lo iba a perder, porque esto pasa en estas crisis". Poniéndole el pecho a las balas, dijo que lo declarado anteayer por el secretario de Estado norteamericano, Collin Powel, puso "las cosas en su exacto lugar" y "está en línea con el acuerdo arribado con los gobernadores para rebajar el costo político y cambiar al funcionamiento de la administración". El funcionario norteamericano había dicho que la ayuda a la Argentina está condicionada a que se "profundice la lucha contra la corrupción". De cara al frente político interno, afirmó que no le molesta la actuación de los gobernadores provinciales para tratar de salir de la crisis, pues, afirmó, él no quiere "protagonismo" personal, sino "que las cosas se hagan". El presidente exhortó luego a admitir la gravedad de la actual situación al señalar que "uno advierte que por falta de una conciencia nacional arraigada en la sociedad argentina, es como que el problema fuera del gobierno, de Duhalde". "El problema no es mío, ni siquiera del gobierno; el problema es de la Argentina toda y, a veces, no se obra en consecuencia", sostuvo. Sobre este punto, le pidió a la población que "si bien todo es esfuerzo para salir adelante, que me acompañe a pesar de la mala onda, de las dificultades de la hora". El presidente reiteró que la salida de la crisis "no está por el lado" del paro decretado para el 14 de este mes por la CGT disidente, aunque reconoció que los dirigente gremiales "están en todo su derecho" de hacerlo porque "tienen reclamos de sus bases". Consultado sobre las declaraciones del ex presidente Carlos Menem, que en un acto público en Tucumán, manifestó ser "el único que puede salvar al país" por sus relaciones internacionales, Duhalde respondió no creer en quien tenga ese tipo de expresiones "salvo, únicamente, que sea un Dios", pero afirmó que "no hay un Dios que venga a trabajar aquí".
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