César Miguel Juárez fue muy valiente cuando a un mes de haber estado al borde de la muerte, se animó a contar su historia a Ovacion. En ese momento dijo que se dio cuenta que estaban disparando, que tiraron a mansalva, que le arruinaron la vida, y que no podía entender cómo nunca lo citaron a declarar. Hoy la situación es la misma. Jamás el juez Juárez (curiosamente el mismo apellido) lo citó para indagarlo y tampoco fue dado de alta para volver a la actividad normal, por lo que no puede hacer adicionales y de esa manera arrimar un poco más de pan a la olla, con la cual sostener a su esposa y cuatro hijos.
Juárez trata ahora de no hacerse tanta mala sangre. "No quiero pensar tanto en lo que pasó porque me amargo" y trata de poner las pilas en su recuperación física. "Aún tengo problemitas, se me duermen un poco las piernas y me duele la cintura, pero el médico me dijo que se aliviará con el tiempo. Igual no me dieron el alta y eso me perjudica económicamente demasiado porque no puedo trabajar".
Juárez ni siquiera puede gozar de los beneficios del seguro, ya que "a nosotros nos descuentan 44 pesos para pagar el seguro provincial, pero no lo cobrás más y tenés que ir a juicio".
El cabo que trabaja en el Comando Radioeléctrico espera también que "me den la casa que me prometieron". Y eso lo aguarda ansiosamente porque en el barrio donde vive (en la zona que rodea al club Sparta) no se siente seguro, ya que fue amenazado.
Igual, el cabo Juárez se mostró muy agradecido con "los compañeros del Comando, por el jefe Martínez (Jorge, hermano de Alberto Martínez, quien conduce el sindicato de policías), con los de la 10ª, y con Storani (José, jefe de la policía provincial) y Alvarez (enrique, subsecretario de Seguridad Pública). Ellos siempre se preocuparon por mí".
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La Ciudad
