Año CXXXV
 Nº 49.399
Rosario,
sábado  23 de
febrero de 2002
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Los líderes palestino e israelí, imposibilitados de frenar la violencia

Christian Fuerst

Tel Aviv. - La última ola de violencia en el conflicto palestino-israelí, que comenzó hace casi 17 meses, está tomando cada vez más la forma de una guerra de guerrillas. "Esto es una guerra", afirmó el portavoz del gobierno israelí Raanan Gissin ante el micrófono de la emisora británica BBC, poco después de que el líder de Al Fatah Hussein el Sheij dijera respecto al atentado extremista que el martes se cobró la vida de seis soldados israelíes en Cisjordania: "Claro que fue un ataque legítimo. Esto es una guerra. Estamos a sólo diez minutos de nuestra independencia", exhortaba por su parte el secretario de Gabinete palestino Ahmed Abdel Rahman. Es que los políticos de ambos lados han abandonado -al menos por el momento- sus esfuerzos por encontrar una solución negociada al conflicto.
Después de casi cincuenta muertos en ambos bandos en últimos días, el premier Ariel Sharon dio luz verde al ejército para tomar medidas aún más duras "en la guerra contra el terrorismo", mientras que los militantes palestinos acordaron nuevamente una mejor coordinación en la lucha contra la potencia ocupadora.

Líder sin poder
Según sostienen observadores israelíes e internacionales, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, ha perdido en mayor o menor grado el control de las brigadas armadas de su organización Al Fatah y de los fundamentalistas de Hamas. Yibril Rayub, jefe de Inteligencia en Cisjordania, logró convencer a Arafat de que, teniendo en cuenta los ataques israelíes, resultaría imposible disolver a las Brigadas de Al Aqsa -desperdigadas en pequeños grupos- sin arriesgarse a una guerra civil. En lugar de eso, recibieron el permiso para atacar a soldados y colonos israelíes en territorios palestinos, pero no a civiles en Israel, por considerar que este tipo de lucha puede ser aún tolerada en el exterior.
Bajo la fuerte presión psicológica del arresto domiciliario que le impuso Sharon, Arafat se habría convencido de que las posibilidades de alcanzar una "victoria" en la sangrienta guerra de desgaste contra Israel han aumentado en el último tiempo, según dejaron en claro sus consejeros. Los asesores no dejan escapar oportunidad de demostrar que la voluntad de lucha de la sociedad israelí se desmorona bajo la presión del terrorismo: la disconformidad con Sharon crece, los movimientos pacifistas ganan influencia, cientos de funcionarios rechazan los ataques contra los palestinos y mil ex generales y oficiales demandan el retiro militar de los territorios ocupados.
En tanto, los numerosos ataques contra israelíes, especialmente contra colonos judíos, le costaron al premier también una disminución del apoyo entre la derecha, donde se piensa que Sharon no actúa con la dureza suficiente. En ese sector está ya mejor posicionado el archirrival de Sharon, el ex premier Benjamin Netanyahu. Mientras éste está a favor de la reconquista de los territorios autónomos y la destrucción de las autoridades palestinas, Sharon debe abstenerse de esa "solución" militar debido a la presión internacional. En este marco aseguró que no busca "llevar a Israel a una guerra".
Mientras se multiplican las propuestas internacionales para alcanzar la paz en Medio Oriente, los líderes israelíes y palestinos ya no están en situación de poder frenar la espiral de violencia. (DPA)


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