Año CXXXV
 Nº 49.397
Rosario,
jueves  21 de
febrero de 2002
Min 19º
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Estamos a tiempo para salvar el país

Es indudable que hoy la Argentina está pasando por la mayor crisis de su historia, producto de los malos gobiernos y de muchos sectores, que de una u otra manera, contribuyeron a la destrucción nacional. Pero la crisis más que económica es una crisis moral, como dice el papa Juan Pablo II, y de identidad nacional. Para salir de ella, no basta con un plan económico sino algo más profundo, comenzando primero por calmar los ánimos y pacificando los espíritus, porque la violencia jamás traerá soluciones. A los medios les toca la obligación de transmitir prudencia y la no violencia, cosa que algunos medios televisivos han tolerado y otros peor aún han alentado la violencia. Los desgraciados acontecimientos de Casilda y otros lugares del país muestran a las claras la gravedad de la descomposición social de la sociedad. Pretender encontrar soluciones destruyendo edificios públicos es una imbecilidad total. Los cacerolazos, quizás, fueron motivo de la huida del ex presidente Fernando de la Rúa, pero su permanencia en el tiempo no genera ninguna solución, por el contrario, es casi siempre anticipo de violencia. Visto desde otro ángulo, quizás sea una hipocresía, dado que cuando uno observa a un manifestante batir una cacerola de Taiwan, vestido con una remera de China y calzado con una zapatilla de Tailandia, no podemos negar la responsabilidad que le toca por la destrucción de la industria nacional. Todos debemos hacernos cargo de la responsabilidad que tenemos por la situación del país. Por eso, será necesario deponer todo tipo de violencia, resentimientos, intereses mezquinos particulares y sectoriales ante el interés supremo de la Nación, luchando por este país al cual deberíamos quererlo más, trabajando y pensando más con el corazón que con la lengua.
Juan C. Bressan


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