Año CXXXV
 Nº 49.397
Rosario,
jueves  21 de
febrero de 2002
Min 19º
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Editorial
La violencia, un deporte

El corresponsal del diario madrileño El Mundo, al reflejar los enfrentamientos entre hinchas de Racing e Independiente que causaron un muerto y varios heridos de gravedad, los comparó con situaciones similares vividas por él en Oriente. "Balas de caucho, bastonazos a granel: quién iba a decir que la experiencia adquirida allí resultaría útil en el otro lado del mundo y, para mayor extrañeza, en un evento deportivo", narró el periodista que antes de ser destinado a la Argentina fue corresponsal en Israel. Su veraz artículo se tituló "Tarde de sangre en Avellaneda". Comparar el horror de la guerra con una pelea entre bandas rivales habla a las claras de un exacerbado nivel de violencia que asusta y parece indetenible.
En lo que va del año ya se produjeron tres muertes. Y las causas probables seguirán, como en otros episodios, entre las sombras. Aunque demasiadas veces se denunciaron relaciones cuasi delictivas entre barras bravas y dirigentes de las entidades de fútbol. Claro está que también suele faltar imaginación como para anticiparse a estos luctuosos hechos disponiendo guardias y controles especiales en lugares críticos.
El temor que los incidentes de Avellaneda se repitieran derivó en la suspensión del encuentro Racing-Rosario Central. Y desde el gobierno se advirtió que de persistir esta ola de violencia se podría llegar a la suspensión del torneo. Pero merece reflexionarse si parte de la sociedad no está haciendo cada vez más uso de la violencia en el equivocado entendimiento de que así puede resolver sus conflictos.
En tanto se instrumentan nuevas medidas para poner fin a la violencia en el deporte, habrá que velar por el estricto cumplimiento de la legislación vigente. Como por ejemplo los sistemas de audio y video que permitan la identificación de los responsables. Por su parte, la policía debería cumplir con su promesa de mejorar los operativos. Y los dirigentes, asumir de una vez por todas la responsabilidad de impedir el ingreso a los estadios a quienes pretenden hacer de la violencia un deporte.


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