Dos delincuentes se enfrentaron a balazos con policías de la localidad de Arminda luego de protagonizar un violento asalto a una estación de servicios ubicada a la vera de la ruta provincial 14, el mismo lugar donde el 6 de enero pasado fue asesinado su dueño, José Enrique Mancini, también en un intento de robo. En este segundo episodio, la viuda fue golpeada salvajemente y tuvo que ser internada en un centro médico de Rosario.
Los ladrones fueron sorprendidos por los uniformados cuando intentaban llevarse el auto de la familia, dinero y hasta una computadora. En el intercambio de disparos, uno de ellos recibió un balazo en una pierna. Sin embargo, consiguieron perderse de vista en un sembrado de soja.
Efectivos de las localidades de Pérez, Pueblo Muñoz, Rosario, Piñero y Alvarez rastrearon durante la noche y hasta el mediodía la zona con el apoyo de la sección Caballería, pero el resultado del operativo fue negativo. El único rastro de los delincuentes se halló a unos 200 metros de la estación de servicios, donde apareció, tapada por la soja, una moto Honda CBX 150 con la que supuestamente habrían llegado hasta el lugar del robo. Fuentes policiales consignaron que el vehículo había sido robado a fines de enero en jurisdicción de la seccional 1ª.
Pesadilla repetida
La familia Mancini revivió la tragedia de hace poco más de un mes antenoche, alrededor de las 22. A esa hora, la estación de servicio que se encuentra sobre la ruta 14 y a pocos metros del acceso al pueblo estaba cerrada. En la casa, separada del negocio por unos ligustrines, estaban Alicia, la mujer de José; su hija María José y el novio de ésta.
Leonel Mancini, de 17 años e hijo del comerciante asesinado en enero, se hallaba junto a Román, otro chico que trabaja en la expendedora de combustible, a punto de cerrar. Las luces principales del negocio ya estaban apagadas cuando apareció un hombre delgado, de unos 30 años, con un bidón de plástico en las manos.
"Vendéme cinco litros de nafta", le dijo el recién llegado a Leonel. El chico accedió al pedido, pero debido a lo inusual de la hora, le aclaró al supuesto cliente que no tenía cambio. Entonces el hombre, que lucía barba tipo candado y anteojos, esgrimió un revólver calibre 38 y advirtió: "Y no lo vas a tener porque nos vamos a llevar todo". A partir de ese momento comenzó la segunda pesadilla de los Mancini.
Leonel fue conducido a punta de revólver hacia el interior del local. A todo esto el asaltante con un silbido de contraseña le dio la orden a su cómplice para que entrara en acción. El segundo ladrón, según indicaron fuentes policiales, apareció desde una plantación de soja que se encuentra detrás del negocio. Así las cosas, la segunda víctima que cayó fue Román, quien escuchó ruidos extraños y se acercó para ver qué sucedía. El muchacho corrió igual suerte que Leonel. Ambos quedaron a merced de los ladrones dentro de la oficina donde funciona una especie de multiventas. Allí los delincuentes los hicieron tirar al piso y con las armas apuntándoles a la cabeza, les pidieron que entregaran todo el dinero. "La plata o te pegamos un tiro", le gritaron al hijo del hombre asesinado hace un mes.
Como los muchachos no tenían dinero para darles, los maleantes se trasladaron a la vivienda de la familia. Mientras tanto, María José (hermana mayor de Leonel) ya había advertido desde su casa que algo raro sucedía frente a los surtidores y por eso se comunicó con el destacamento policial de Arminda, ubicado a unos 400 metros del lugar. La situación dentro de la casa con los hombres armados fue de extrema tensión. María José alcanzó a esconderse en la ducha del baño, detrás de la cortina. Su novio, en cambio, pudo salir por una ventana lateral para pedir ayuda.
Brutalidad
Con Leonel y Román encañonados, los ladrones fueron hacia Alicia y como la mujer no les entregaba más dinero la golpearon salvajemente hasta causarle hematomas y cortes en distintas partes. "Le pegaron de forma tremenda. Ellos sabían que Alicia manejaba el dinero del negocio y por eso se ensañaron", comentó a La Capital un familiar.
Los delincuentes alcanzaron a apoderarse de 40 pesos y un cheque por 300 pesos, pero como el botín les pareció insuficiente uno ellos quiso llevarse una computadora que estaba sobre un escritorio. Eso tal vez los demoró para la fuga, porque cuando estaban tratando de levantar el aparato llegó la policía y debieron escapar.