Año CXXXV
 Nº 49.394
Rosario,
lunes  18 de
febrero de 2002
Min 18º
Máx 29º
 
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El que se fue, de la Rúa, es íntimo amigo de Guillermo Fornieles, nada más ni nada menos que el contador de Gregorio Pérez Companc. Tan amigo que cuando huyó del gobierno (igual que su correligionario en 1989) se refugió en su estancia San José, en Balcarce. El otro, el que está ahora, Duhalde, defiende enternecedoramente las bondades de la empresaria Lacroze de Fortabat, porque -según el Presidente- con su Loma Negra da trabajo a muchos argentinos y además allí trabaja ella y toda su "familia de bien". Por la gracia de los gobiernos de turno, entre la década del •80 y ahora, Pérez Companc licuó su deuda de 1.258 millones de dólares, y la divina Amalita por 331 millones. Y los argentinos seguimos esperanzados en "ver qué pasa", la frase más escuchada del momento. ¿Y qué puede pasar con ésta clase dirigente conduciendo la Nación? Nada. Nada que no venga pasando desde hace 192 años: una interminable historia de entregas, traiciones y robos más o menos desembozados. Cambiar esto significaría apoyar un gobierno que, entre otras cosas, le exija a las principales empresas, empresas privatizadas y bancos beneficiarios de la rapiña mencionada a que devuelvan sino todo, parte de lo mucho que se han enriquecido. Un gobierno que a ese mismo grupo de ilustres capitales y capitalistas les proponga hacer buenos negocios, con reglas claras y ganancias razonables, y no buenos "negociados" y mejores profanaciones a la sociedad que los sostiene. ¿Pero estamos preparados para esto? ¿Los caceroleros, piqueteros, combativos, contestatarios, rebeldes, no rebeldes, los hartos y todos los que, con razón, no aguantamos más esta clase dirigencial, entendemos que el poder se disputa, se pelea y se conquista? ¿Entendemos que ese poder jamás será cedido sin resistencia? ¿Entendemos que alcanzar el poder que nos permita esa otra clase política, no será gratis y costará sangre, sudor y lágrimas? Todavía no logro responderme... ¿y usted?
Lalo Puccio


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