El Negro estuvo en su salsa. Fue el centro de la escena como cuando se la pisaba a sus rivales en las narices. Y trató de estar a la altura de las circunstancias que su nueva función le exigía. Conociendo su postura futbolística como jugador hay que decir que la falta de audacia que mostró por momentos su equipo no cuadra con su idiosincracia, pero tenía atenuantes. Julio Alberto Zamora aprobó su primer examen y quizás en el futuro arriesgue más, como a él siempre le gustó. Parecía mentira verlo a Zamora con un impecable ambo verde agua de corte ultramoderno, brillantes zapatos negros y remera blanca ajustada, muy lejos de la imagen de potrero que lo estigmatizó. Atendió a todos los medios ni bien arribó al estadio, pese a que el micro llegó con retraso debido a un congestionamiento en la autopista Ricchieri. Y en la cancha dejó el saco en la silla y desafió el frío de la noche de Liniers en mangas cortas. Salió pocas veces del banco, a diferencia de Bauza que lo vivió de parado. No dio muchas indicaciones y no festejó los goles, pero intimamente se fue feliz. Zamora pasó la prueba, tan solo la primera, pero como para que el miércoles ante Independiente la gente vaya a recibirlo al Coloso con un guiño de confianza.
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